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Héctor Esteban

El francotirador

La patada de Boban y la barretina de Mas



Zvonimir Boban fue un jugador de fútbol que alcanzó el éxito en el AC Milan y que en su ocaso jugó en el Celta de Vigo. Un futbolista que formó parte de la selección juvenil de Yugoslavia que ganó el Mundial de Chile de 1987. Una generación irrepetible con jugadores como Mijatovic, Suker, Prosinecki, Jarni… Tres años después, el 13 de mayo de 1990, tres mil ultras serbios del Estrella Roja de Belgrado, los temidos Delije liderados por Zelijko Raznatovic, conocido como Arkan y que dio nombre a Los Tigres de Arkan, se desplazaron a Zagreb para ajustar cuentas con los hinchas croatas del Dinamo. Un estadio que se convirtió en un polvorín vigilado por la policía de mayoría serbia que alimentó la tensión. En plena batalla campal, un agente serbio aporreó en el césped a un hincha del Dinamo. Boban, el 10, corrió y le dio una patada con sus botas de tacos al policía. Una imagen que pasó a la historia. Para muchos, la fotografía fue el inicio de la guerra de Yugoslavia. Un pistoletazo de salida al conflicto de los Balcanes que cuenta de forma magistral Nacho Carretero en “Yugoslavia, de la grada a la trinchera“. Una lectura imprescindible.

En Yugoslavia, el fútbol siempre fue por delante en la gestación de la guerra. Los nacionalismos y una crisis económica por territorios alimentaron el conflicto. Ese mismo año, Vlade Divac, un mito del baloncesto balcánico, arrancó de malas maneras una bandera croata de manos de un aficionado que saltó a la pista para celebrar la victoria en el Mundial de Argentina de 1990 que ganaron a la URSS. Otro gesto político vinculado al deporte.

 

 

Este fin de semana se celebran las elecciones autonómicas en Cataluña. Unos comicios aliñados con mil especias que van desde los recortes sociales hasta el resurgir de los nacionalismos más extremistas, tanto de un lado como del otro, impulsados con manifestaciones callejeras cargadas de simbolismo con esteladas y rojigualdas al aire alimentando la crispación social. El president Artur Mas tapó sus vergüenzas de copagos y cajas vacías con una barretina en la cabeza que ha hecho resucitar hasta al exteniente coronel Antonio Tejero con ganas de chillar el famoso ¡qué se siente coño! que hizo temblar a un país entero el 23-F de 1981. No hace mucho, un alto cargo del PP, en una comida de trabajo me espetó esta frase mientras se ponía la servilleta: “Menos mal que en España ahora mismo no hay Ejército“. Ejército entiéndase por perfiles a lo Milans del Bosch. Me preocupó.

En los recintos deportivos se alimenta desde hace mucho tiempo el nacionalismo más español y el secesionismo más extremista. Acontecimientos en principio tan navideños como los partidos de las selecciones autonómicas se han convertido en borracheras de proclamación independentista con Cataluña y Euskadi como máximos exponentes.

 

La selección de Euskadi en un partido ante Venezuela

Los jugadores catalanes de la Selección Española aprovechan el triunfo deportivo para exhibir la cuatribarrada a la primera oportunidad. En el minuto 17:14 (en 1714,  Barcelona cayó en manos del borbón Felipe V)  de cada partido que se juega en el Camp Nou, especialmente desde el impulso independentista de CiU, el público clama a gritos “independència” con un aforo repleto de esteladas.

En las pasadas Olimpiadas de Londres, Àlex Fàbregas, jugador de hóckey sobre hierba, dijo que participaba con España porque no tenía la opción de jugar bajo bandera catalana.

Markel Susaeta, vasco, jugador del Athletic y último futbolista en debutar con España se refirió a la Selección en rueda de prensa hace unos días como “esa cosa”.

Puyol y Xavi dieron la vuelta al Calderón en la última final de la Copa del Rey con una cuatribarrada y una ikurriña cuando hace treinta años Barcelona y Athletic protagonizaron la mayor batalla campal en una final de la Copa del Rey con Maradona, Sola, Paco Clos, Goico, Migueli y demás como protagonistas. La final del Calderón se recordará por la polémica del himno de España que catalanes y vascos silbaron a pleno pulmón.

 

Cesc y Piqué celebran la Eurocopa

En el otro lado, un socio del Espanyol de Barcelona tuvo que abandonar protegido la última junta de accionistas al grito de “hijo de puta” por subir con una estelada blamquiazul para expresar libremente su opinión.

En campos como el Bernabéu se insulta con pasión a vascos y catalanes. En cambio, se jalea a aquellos jugadores que ponen tierra de por medio de un sentimiento nacionalista como Fernando Llorente, que quiere volar de San Mamés.

En Yugoslavia, los recintos deportivos crearon el microcosmos necesario para generar una guerra. Un país con el nacionalismo a flor de piel, con una crisis económica y con éxitos deportivos que sirvieron para mostrar el polvorín de la convivencia balcánica.

En España, las tensiones de la grada no han llegado a la trinchera como titula Nacho Carretero. Pero en la calle ya se siente la intolerancia. Imágenes como la de estos dos vídeos deberían hacer reflexionar. Por un lado, una agresión a un padre con sus tres hijos por ser español ante la irracionalidad de otros independentistas. Por el otro, el ataque contra un ciudadano que fue confundido con un independentista catalán en un acto a favor de España.

 

 

El independentismo ha entrado de lleno en la campaña electoral. Las elecciones se pueden considerar casi com un referéndum oficioso. Expandido en forma de niebla por Artur Mas para tapar los recortes sociales de una Generalitat que no ha podido sobrebir sin la ayuda del Gobierno central vía FLA y demás. Ahora, en pleno fin de semana electoral, un informe o pseudoinforme policial sobre presunta corrupción de CiU amenaza con alterar el resultado electoral con el que se inició la campaña.

Este post es una reflexión fruto de una sensación.

A partir del lunes se verán cuáles eran las intenciones independentistas de Mas, de una barretina que ojalá nunca llegue a propiciar la patada de Boban.

Por Héctor Esteban

Sobre el autor

Periodista. Me enseñaron en comarcas, aprendí en política y me trastorné en deportes. No pretendo caer bien. Si no has aparecido en este blog, no eres nadie.


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