Las supersticiones son libres. Hay remedios universales y manías particulares para combatir miedos o pedir deseos. Hoy, 12 de diciembre, se cumple un año del inicio del juicio a Francisco Camps y Ricardo Costa por la conocida causa de los trajes. El jueves 26 de enero de 2012 un jurado popular por cinco votos a favor y cuatro en contra declaró a ambos “no culpables”.
Al margen de la defensa de libro de Javier Boix, letrado de Camps; por encima de la falta de punch de la fiscal Vaio y la fiscal Mac y dejando a un lado lo extenuante de la causa, hay un detalle del juicio que ha pasado desapercibido para casi todos menos para los supersticiosos: los ajos.
La hortaliza es uno de los elementos clásicos para combatir a los vampiros, el mal de ojo y las meigas, esas personas con poderes extraordinarios y que son capaces de pactar con el diablo. Como dicen en Galicia: “Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas” (“Yo no creo en las meigas, pero haberlas, las hay”).
Los ajos también se colaron en el edificio del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana durante el juicio a Camps y Costa. Incluso hay quien defiende que fueron fundamentales para la sentencia de “no culpabilidad”. Lo hicieron en forma de muñeco de nieve.
Andrés Ballester es un diputado del PP, de Orihuela y gerente de la empresa Imperio Garlic, una de las grandes multinacionales del ajo en este país. Además, es uno de los cargos más fieles al exjefe del Consell Francisco Camps. En Les Corts Valencianes hay cosas que no se pueden discutir. Entre ellas, la lealtad del diputado de la Vega Baja a la figura del expresidente de la Generalitat. Una amistad labrada en los tiempos en que hubo que luchar contra el ripollismo, la variedad del zaplanismo en Alicante, para hacerse un hueco en la tierra dominada por Mónica Lorente.
Con la llegada de la Navidad, Ballester siempre reparte entre los diputados un motivo navideño hecho con ajos. Un detalle que elaboran en el centro ocupacional Oriol, con el que colabora la empresa.
El año pasado fue un muñeco de nieve hecho con ajos, con dos chinchetas en los ojos y la cabeza de un tapón de cava como sombrero. Ballester repartió el regalo entre sus compañeros y por empatía se llevó uno al TSJ para que ‘protegiera’ a Camps y Costa.
El muñequito allí se quedó. Hasta el final del juicio. En una de las salas del Consejo Valenciano del Colegio de Abogados. Y si nadie lo ha quitado, allí seguirá, donde lo dejó Ballester. El ajo, si no se manosea, permanece intacto por fuera aunque quede hueco por dentro.
La semana que viene llegarán otra vez los ajos al hemiciclo de Les Corts Valencianes. En pleno debate de presupuestos. Desde Orihuela, directamente, una figurita navideña que según parece algo tendrá que ver con el indulto del pavo de Obama el Día de Acción de Gracias y con la decisión de Benedicto XVI de vetar a la mula y al buey del tradicional Belén.
El PP acumula una buena ristra de imputados en su bancada y ya se oyen rumores de que hay cola para recoger los ajos de Ballester que tan bien funcionaron hace un año en la causa de los trajes.
La superstición es libre pero meigas “habelas hainas”.