– Don Draper: Si te gusta el peligro te gustará fumar.
– Salvatore Romano: Podemos poner calaveras en la etiqueta.
Este blog puede ser muy adictivo: no empiece a seguirlo. Leer esta entrada perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor, puede reducir el flujo sanguíneo y provocar impotencia. Este post contiene benceno, nitrosaminas, formaldehído y cianuro de hidrógeno. Continuar aquí será únicamente responsabilidad suya. El autor no se hace cargo de los daños causados por esta lectura. Su médico o su farmacéutico pueden ayudarle a dejar de leer este blog.
Hubo un tiempo en que el tabaco era un hábito saludable, estaba asociado al deporte y a la vida sana. Los médicos lo recomendaban, las señoras bien lo consumían y los hombres poderosos lo exhibían sin rubor. Los anuncios de Marlboro nos mostraban a bebés animando a sus mamis a que se divertieran fumando, Lucky Strike se promocionaba como el mejor antídoto para adelgazar y LM ensalzaba en su publicidad lo moderno que resultaba su consumo.
Por todo ello no era extraño conectar la televisión y ver a cualquier personaje con un cigarro en la boca. El humo llegaba hasta a los dibujos animados. Los más pequeños no tenían de qué asustarse. Los Picapiedra eran los embajadores de la marca Winston. Caían en la tentación Pedro y Pablo, pero tampoco querían perderse ese placer Vilma y Betty. Y pensar que Rodrigo de Jerez fue acusado de brujería por sacar humo por la boca… Shaggy Rogers, el mejor amigo de Scooby Doo, no hacía ascos a nada y fumaba lo que se le ponía por delante. Hasta hubo una época en que Disney encendía el mechero a iconos como Pinocho o Alicia.
Pero la llama se fue apagando. Los doctores y distintas asociaciones comenzaron a desvelar los perjuicios de este producto y la ley cercó su consumo. El resto es de sobra conocido. La liga antitabaco puso el grito en el cielo denunciando algunos capítulos de series infantiles como ‘Tom y Jerry’ en los que se seguía presentado el cigarro como un elemento atractivo y sugerente. En un episodio, por ejemplo, Tom trata de impresionar a una gata enrollando un cigarrillo. Como consecuencia, las cadenas actuaron de cenicero implacable y reeditaron cualquier imagen en la que apareciesen escenas de tabaco. Y aquellas secuencias se transformaron en ceniza. Las colillas se reservaron sólo para los seres humanos.
Fumaron Wilde, Cortázar o Morrison. Sara Montiel cantaba aquello de fumando espero… Los Pink Floyd ofrecían a un muchacho un pitillo. Los Platters advertían de que el humo ciega tus ojos y los Editors de que no hay nada más triste que los fumadores a las puertas de un hospital. El mundo seguía en llamas pero las colillas fueron desapareciendo poco a poco de la pequeña pantalla. Hasta llegar hasta nuestros días en que los fumadores se han convertido también en la tele en rara avis, en apestados sociales.
Tradicionalmente el tabaco ha estado reservado para los malos de la tele, como símbolo de poder y autoridad. Nadie olvida aquellos cigarrillos alargados que se llevaba a la boca Alexis Carrington en ‘Dinastía’. Con cada calada la intensidad de la maldad que tramaba aumentaba. Esta conjunción de personaje malévolo y tabaco sigue vigente. En ‘Downton Abbey’ los criados más maquiavélicos, Sarah O’Brian y Thomas, son, por supuesto, los que tienen el hábito y descargan su ira mientras se entregan al vicio. Lo mismo ocurría en la primera temporada de ‘American Horror Story’ donde Constance resultaba aún más turbadora cuando se encendía un pitillo. Pero si hay un fumador famoso es el de ‘Expediente X’, el antagonista de Mulder y Scully que siempre aparecía, envuelto en niebla, junto a sus Morleys.
Un tipo duro con un buen puro resulta aún más férreo. ¿Alguien puede imaginar al teniente Colombo o a Hannibal, del ‘Equipo A’, sin uno de ellos? Si los planes salían bien había que celebrarlo. Criminales, gánsters y mafiosos también son bien recibidos en este club, que tendría a Tony Soprano y Nucky Thompson como cabecillas. Los guionistas dibujan habitualmente con un cigarro en la boca a personajes descarriados, indómitos, subversivos y con vidas disolutas. Como Christopher Moltisanti, de ‘Los Soprano’, o Jesse Pinkman, de ‘Breaking bad’. En esta categoría también entrarían el crápula Hank Moody, de ‘Californication’, y el insumiso agente Holder, de ‘The Killing’.
En la versión inglesa para televisión Sherlock Holmes ha dejado de fumar. El personaje literario era famoso por su pipa. En la serie el detective está enganchado a los parches de nicotina, aunque también hemos podido verle transgredir la norma.
Una buena Lolita televisiva nunca debe olvidar su pintalabios, su falda corta y… un cigarrillo. Por supuesto. ‘Twin Peaks‘ estaba plagado de ellas, aunque quien mejor interpretó esta imagen fue Audrey Horne, la eterna enamorada del agente Cooper en ‘Twin Peaks’, que explotaba todos los clichés para conquistar al casto detective. Pero en la población ideada por David Lynch sobraban ‘femmes fatale’, deseosas de imitar a Rita Hayworth o a Sharon Stone. Fumaba la oriental Josie Packard, la dueña de la serrería, y también Donna Hayward, cuando su personaje se volvía rebelde. Y, por supuesto, Laura Palmer. Aunque no se la puede considerar una Lolita al uso, a la adolescente de ‘American Horror Story’, Violet Harmon, sí la podemos incluir en el grupo de jóvenes díscolas que usan la nicotina como símbolo de desobediencia.
Es complicado hallar en una ficción actual a un personaje que fume sin más, sin que ese hábito subraye una conducta o sirva para colgarle una etiqueta. Lo hace Will McAvoy, el protagonista de ‘The newsroom’, que incluso se atreve a transgredir las restricciones que existen en Estados Unidos y lo disfruta en la oficina. Jessa, una de las cuatro ‘Girls’, se suma a este grupo de figuras en peligro de extinción, en el que también ocuparían un lugar el presidente Bartlett, de ‘El ala oeste de la Casa Blanca‘; Lilith Sternin en ‘Frasier’, y George Constanza en ‘Seinfeld’ . Ocasionalmente veíamos a Scully en ‘Expediente X’ con un cigarro, y, durante las primeras temporadas de ‘Sexo en Nueva York‘, a Carrie Bradshaw, que lo abandonó cuando apareció en su vida Aidan. Por eso aquella pareja nunca tuvo futuro. Esos problemas nunca surgirían con el ruso Petrovsky ni con Mr. Big.
En la televisión española el tabaco todavía se mantiene en los argumentos, aunque cada vez con menos asiduidad. La más popular fumadora era Marisa de ‘Aquí no hay quien viva’, pero podría haber compartido calada con Antonio Alcántara (aunque un infarto de miocardio le obligó a dejarlo), con El Duque, Lucas de ‘Los hombres de Paco’, o Fiti, de ‘Los Serrano’.
Muchas series han incluido entre sus tramas lo dañino que es el tabaco y han hecho moralina al respecto. En ‘Sensación de vivir’ Brenda Walsh regresaba de París con este hábito, algo que causa un gran revuelo entre sus amigos y que incluso pone en peligro su relación con Dylan. En ‘Friends’ el más enganchado fue Chandler, aunque acabaría a regañadientes superando el síndrome de abstinencia. Joey fumó con poco éxito en un capítulo, Rachel lo simuló para confraternizar con sus compañeras de trabajo, y Phoebe terminó en el hospital víctima de un infarto en un episodio en el que imaginan qué hubiera pasado con sus vidas si Rachel se hubiese casado en lugar de salir huyendo.
Una tendencia bastante habitual en la actualidad es poner un cigarrillo en las manos de personajes con problemas de ansiedad. En ‘Breaking bad’ Skyler se ha entregado a la nicotina como consecuencia de sus problemas conyugales. En ‘The Killing’, la agente Linden no puede evitar recaer por culpa del caso que investiga y ante la incapacidad para resolver sus problemas personales. La madre de Rosie Larsen fuma para quemar la pena de haber perdido a su hija.
Menos mal que nos quedan series como ‘The hour’, en la que prácticamente todos los trabajadores se entregan al humo. Era otro momento, el final de los años 50, cuando el tabaco estaba de moda. Aunque no todas las series que se desarrollan en esa época han dejado entrar el humo con idéntica facilidad. Las azafatas de ‘Pan Am‘, por ejemplo, tenían prohibido aparecer en pantalla sujetando un pitillo. La ABC lo vetó, a pesar de que su argumento se databa en una fecha en que se fumaba en aeropuertos y aviones. Así que se podía observar en esta tesitura a algún personaje secundario pero nunca a las protagonistas.
Y luego está ‘Mad Men’, que es una orgía de humo. En Madison Avenue si no fumas te miran mal. Don Draper es aún más atractivo con un cigarro en la mano. Joan acentúa su capacidad para seducir con cada calada. Peggy Olson se libera a base de nicotina. Betty finge ser moderna y ajena a sus tragedias interiores consumiendo cigarrillos incluso embarazada (algo que no era contraproducente en aquella época). El tabaco en ‘Mad Men‘ es un protagonista más y en cada personaje adquiere un significado. Aquí, de momento, el cigarro no mata, no provoca el envejecimiento, no obstruye las arterias ni causa cardiopatías. Y en las cajetillas no se exhiben imágenes impactantes. Por ahora. Sólo por ahora.
Eran otros tiempos… tiempos envueltos en bocanadas y humaredas, tiempos convertidos en pavesas. La televisión se llenó de prohibidos y aisló a los fumadores. Beber, sin embargo, sigue estando bien visto. Qué cosas. Pero esa es otra historia de la que hablaremos otro día. Ahora, si me disculpan, voy a entregarme a mi dosis diaria de nociva nicotina. Ustedes me perdonarán, lo sé.
Títulos de crédito: Hay dos Tumbl que cualquier adicto al tabaco debe visitar: Smokink y Cute Girls Smoking. Para quejas, sugerencias y otras necesidades humanas mi correo es mlabastida@lasprovincias.es