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Mikel Labastida

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Los trucos del jardinero de la tele

LOS SECUNDARIOS DE LA TELE (CAPÍTULO 3)

 

 

 

En la próxima actualización del Diccionario de la Real Academia junto al término sustrato Pérez Reverte y compañía deberían añadir alguna indicación que hiciese referencia al jardinero de la tele, que fue quien volvió a poner en el mercado este término. Le paran por la calle para pedirle consejos, le preguntan en el súper por plantas y flores, y en los invernaderos lo tratan como una celebridad. Su modo sencillo de comunicar, sus peculiares expresiones y una estética algo singular han colaborado para que sea uno de los integrantes del mundo de ‘Bricomanía’ con mayor popularidad. Su vida no se entiende sin tijeras, azadas, regaderas, rastrillos, palas y serruchos.

Le gusta la tierra y la ha trabajado. Eso se nota en la manera en que explica cualquier asunto, desde cómo cuidar helechos de interior hasta qué abonos específicos existen para aplicar en las plantas colgantes. Póngale abono a la vida. Si quieren identificarle con algo háganlo con el nardo como flor, el roble como árbol y la ortiga como planta. La elección fue suya.

Por ‘Bricomanía’ no pasan los años. Y, si pasan, los cultivan y reparan para que apenas se note en sus componentes. El espacio que creó Íñigo Urreaga empezó a emitirse en 1994 cada semana en La 2. Nada menos. En aquellos comienzos ya estaba Segurola luciendo coleta. Cuidado cuando se suelta la melena, que bien podría pasar por uno de los habitantes de más allá del muro de ‘Juego de tronos’. Los espectadores lo han visto así cuando ha acudido invitado a programas que no son el suyo.

El jardinero, junto a Kristian Pielhoff, ha recorrido cadenas, desde Telecinco, donde marcharon cuando Arguiñano (productor del espacio) dejó los fogones de la emisora pública, hasta Atresmedia, grupo al que también siguieron sin pensárselo al cocinero del rico, rico y el perejil. Así llevan más de veinte años, repartiendo brico-consejos, que parece que no se agotan. De ‘Bricomanía’ nació ‘Decogarden’, como si de un spin-off se tratase, debido al éxito que había tenido el formato original.

A Segurola le apasionan los jardines desde niño y decidió convertir su pasión en profesión. Hoy en día es uno de los profesionales más respetados del ramo. Cursó la carrera de Ingeniero Técnico Agrónomo en Navarra y obtuvo el graduado superior como arquitecto paisajista en la universidad Heriot-Watt de Edimburgo.

 

Después fundó el estudio de paisajismo de LUR Paisajistak junto a Juan Iriarte, una firma que lleva 21 años también desarrollando proyectos de parques y jardines, principalmente en el País Vasco. Además es profesor en la especialidad de paisajismo e imparte cursos y talleres por España. Puede presumir de currículum.

Su referencia –así lo ha indicado en múltiples entrevistas– es el paisajista francés Gilles Clément (y sus jardines en movimiento) y su leitmotiv es “dar una forma visible a la ecología, culturizarla para que sea aceptada y asumida; enmarcarla, llamar la atención sobre lo que hay dentro del marco”. Y todo esto es que lo persigue en la doble vida que lleva, la privada y la que desempeña frente a la pequeña pantalla.

En esta segunda vida Segurola se quita la corbata, cuelga los tratados, se pone los guantes y lanza algunas recomendaciones que no tienen desperdicio. Que las plantas se secan porque se encuentran en zonas con escasez de agua, pues él, ni corto ni perezoso, anima a ducharse menos, a descuidar un poco la higiene personal (es literal) para que a las flores no les falte de nada y anden abastecidas. Que una plaga de insectos amenaza sus cultivos él reparte trucos para que nadie se amedrente. Que se tiene intención de preparar un centro floral él sugiere que se haga un croquis y se plantee un diseño de colores. Como si se fuese a construir un edificio.

La jardinería no podría haber hallado mejor embajador que Segurola, protagonista en un terreno en el que encuentra poca competencia en el resto de canales, pero secundario en una parrilla, la actual, que está más preocupada por la fauna que por la flora.

 

 

Artículo publicado en los diarios de Vocento el 2/08/2015

 

 

 

 

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Sobre el autor

Crecí con 'Un, dos, tres', 'La bola de cristal' y 'Si lo sé no vengo'. Jugaba con la enciclopedia a 'El tiempo es oro' imitando al dedo de Janine. Confieso que yo también dije alguna vez a mi reloj: "Kitt, te necesito". Se repiten en mi cabeza los números 4, 8, 15, 16, 23, 42. Tomo copas en el Bada Bing. Trafico con marihuana en Agrestic y con cristal azul en Albuquerque. Veo desde la ventana a mi vecino desnudo. El asesino del hielo se me aparece en cada esquina y no me importaría que terminase con mi vida para dar con mis huesos en la funeraria Fisher.


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