¿Cuál es la mesa que ronda tu cabeza? ¿La mejor mesa compartida? ¿La mesa en la que más has disfrutado? ¿Qué mesa te ha hecho llorar comiendo un plato? Una mesa que te impactó. Otra que te echó. La mesa inesperada, la mesa que resultó cara, la mesa que te incitó al amor, en la que corrió el alcohol. La última mesa que te ha fascinado. La que sueñas con conocer. A la que quieres volver.
La que te hará cruzar las fronteras
La que siempre me enamora
La que me gusta para compartir
La que tiene nombre de mujer
La que me encantó descubrir
La mesa que ya te conoce
La mesa de los doce
La mesa que te estremece
mEsAs
un puñado de buenas mesas
La mesa. Su entorno. A su alrededor, la vida. La mesa, ese lugar por el que todo transita. Pan, aceite y sal. Un molinillo donde espera la pimienta. Un mantel con bordados, un hule de plástico, la madera. La mesa limpia, sugerente, sin artificios. Mármol, piedra. Un océano de cristal. Tal cual. Listo para acogerte, atraparte, tenerte. Una servilleta, los cubiertos a un lado. Quizá una copa. Un vaso. Un ramo de flores. Tus manos. Las de tu pareja. Los dedos de un amigo golpeando sutiles sobre el lino. Otras manos. Muchas manos acariciando la superficie lisa y esperando. Esperando la alquimia. Porcelanas, arcillas, boles esmaltados. Tesoros acariciados.
La mesa escucha. Escucha lamentos, confesiones, palabras que se van encadenando. Frases repletas de recuerdos, frases repletas de proyectos, frases que llegan a parecer reversos. Y versos. Un trozo de papel. Un bolígrafo abierto. El móvil. Un tipo que se escucha, otro que disimula, uno que bosteza. Un hombre pegado a una copa repleta de un vino bravo. Salsas, grasas, manteca. Del vermú al café, de la guindilla a la guinda. La mesa repleta de aromas, perfumes, trufa, lima. Un discurso y un aplauso.
En la mesa he reflexionado, he cantado, he susurrado, he reído, he mirado. En la mesa he abrazado, he acariciado, he tocado, he amado. Sobre ella, ante ella, en la mesa he golpeado, insultado, blasfemado y santiguado. He llorado, he enloquecido, he perdido la coherencia, la decencia, la cabeza. En la mesa me he cortado las venas y he resucitado.
Y bebido. En la mesa he bebido. Tinto a mares. Blancos. Aguas minerales. Infusiones que olían a pastel. Gotas de miel. Combinados agitados. Un Tom Collins, un Manhattan. Un café de Guatemala. “¡Champán, champán que vengan las sirenas!”, he gritado.
En ella, amada amiga, he bebido hasta que la lengua ha quedado enredada y la vergüenza desplazada. La mesa ha sido testigo de miles de andanzas, mientras mis ojos, mis manos, mi boca, mi dientes masticaban, rasgaban, chupaban, absorbían. En ella he devorado ansioso el tiempo, como Saturno a sus hijos. He dado mordiscos a bocajarro.
Una ostra, un higo, un queso de cabra, un cordero que fue enterrado entre brasas y ahora ve la luz sobre una bandeja de plata. Un ravioli, una gamba, un par de palillos que esperan que los abraces para acercarte un salmonete, un suspiro de pez espada, una vieira que te canta: “Erase de un jardinero que hizo un jardín junto al mar… y se metió a marinero“. Sí, lo recuerdo, he gritado: “¡Champán, champán que vengan las sirenas!”. Pero no aparecieron.
En la mesa, un conocido, un hermano, la mujer de tu vida, el amigo amado. El empresario, el conferenciante, el invitado, el aguafiestas, el simpático, el que sabe, el que calla, el que se ha colado, el que está pero no está, el que poco después se morirá. En la mesa, los niños. El anciano, el mendigo, el rico, el que pintará sobre el mantel un Quijote con cuatro pelos. El que predicará, el que te embaucará, el que te engañará. El que te dará una patada por debajo de ella, el que te tocará la entrepierna, el que entrelazará sus pies con los tuyos sin que nadie más lo sepa. En la mesa, debajo de ella, susurros y palabras bellas.
La mesa oculta, la mesa abierta, las cuatro esquinas. Una cuchara, un tenedor, un cuchillo. La cucharilla. Unas migas. Los restos de un azucarillo. La cuenta y la propina.
MIS ÚLTIMASMESAS
…vividas, soñadas, esperadas
sin ton ni son
La última mesa
Karak (Calle Baja, 42. Valencia)
Empezamos por el final. Hace horas que he regresado de este restaurante peculiar. Me ha encantado compartir mesa con otros espías, compañeros, inspiradores. Lo mejor, sin duda, conocer a Raquel. Concerla en plena acción. Cocinera de fuste que tiene mucho que decir y mucho que pulir. Pero hay genio e ingenio. Sólo dejarte una primera impresión. Me fascinó su panceta a cocción lenta. Quizá lo mejor. Bravísimo su salmón negro. El pisco con fruta de la pasión me revolucionó. Buenas ideas para un mesa que, apuntalándola dará muchas emociones. HABLAREMOS DE ELLA Y DE KARAK PRONTO #atentos
La mesa de las esencias
La Penya l’ Àguila (Penáguila)
La mesa del domingo por la mañana. Un almuerzo que es una prolongación del alma. De esos sitios que descubres y te enganchan. Un bar en un pueblo de montaña. Un bar de Penáguila. La gente comparte vinos. Los bocadillos tienen que ser al menos de tres capas. Lo pedí de sobrasada a la plancha. Discreto. Aún me emociona recordarlo. Lo importante de esa mesa es que es pura esencia. Puede más la compañía que la escenografía de lo que pase sobre ella. Palabras que se cortan con cuchillo. La felicidad volando libre mientras a tu alrededor despiertan viñas, revientan verdes. Hay amapolas. Y almendras tiernas.
La mesa de la verdad
Joaquín Schmitd (Calle Visitación, 7. Valencia)
Suena la música, el aceite es lágrima. Bendito aceite Lágrima. Recitan poesías. Los berberechos son un clásico. Todo te susurra, todo te habla, todo es como una orquesta alrededor de su batuta. Acudir a su vera es una fortuna inmensa. La mesa de Joaquín es mi mesa. Y eso, no tiene precio. Con él descubres la verdad de las cosas. Insisto, y eso no tiene precio. (Inolvidable de mi última visita, ese plato de alubias de Viver que han taladrado mi memoria y se han instalado ahí para siempre). Todo allí son recuerdos. Recuerdos y futuro. Ya necesito volver.
La mesa viajera
Dos Estaciones (Pintor Salvador Abril, 28. Valencia)
Subirse a su tren es algo que me ha cautivado. Su mesa es una estación a la cocina sin tapujos. Importa el producto. E importan las complicidades. Iago y Alberto, dos tipos inolvidables. La mesa que aúna a dos cocineros viajeros. Dos Estaciones y una memorable merluza con salsa de pollo al ajillo. La comería todos los días.
La mesa de la promesa
Restaurante Lienzo (Plaza Tetuán, Valencia)
La visité hace ya un tiempo. Pero permanece en mi recuerdo. Quizá porque le debo la visita de vuelta. Como los partidos, aunque no soy futbolero. (Los ángeles me libren de ello 😉 ). Voy a empezar por el final, por ese lingote dorado que era chocolate en estado puro. Festival heavy del duro. Inolvidable su gamba. Fantástico el salmonete. Con María José y Juan José trazamos pinceladas de futuro. Lienzo en sus manos lo tiene. Mesa para volver. Mesa de promesa.
La mesa clandestina
Origen Clandestino (Carrer de La Carda, 6. Valencia)
Todos conocéis mi debilidad por esta mesa, por Junior y su capacidad inmensa de emocionarme con sus platos. Debo volver y si puede ser, ya. Ha pasado tiempo desde mi último desembarco. Aquella mesa fue redonda. De las que siempre permanece. Como aquel arroz a la pepitoria que era para cantarle unas milongas. O esa anguila con tamarindo y berenjena a la llama, que se merece mil baladas sobre la mesa de ese local que llaman, el clandestino.
La mesa que desconcierta
La Finestra (Carrer Vivons, 16. Valencia)
Un sitio peculiar para ir rompiendo. Para desconcertarte y no acomodarte. Una mesa, unos chatos de vino. Su especialidad son las pizzas. A precios pensados para disfrutar. Cuando llegué preparaban las masas. En la mesa, vi el despertar de este local que cada noche de los sábados se llena de de jóvenes hasta la bandera. La mañana en la que fui, a lo Cooking más absoluto, les visitaban amigos de Italia y todo me sonaba a la campiña romana. Algo me gustó de aquello… No sé, pero algo me gustó… tengo que comprobar porque sentí una chispa. Otro aire. Descomprimir. Vivir.
La mesa habitual
Habitual (Mercado Colón)
La que compartes en familia. Habitual, el último proyecto de Ricard Camarena. A mí, muchos platos me traen regusto a antaño pasado por el tamiz de lo reinventado. Estuve el día de la madre. ¡Benditas madres siempre mimando las mesas! Lleno hasta la bandera. Ricos los guisantes con kokochas y feta. Rico siempre el tartar de atún. Ricas sus fresitas… Me gusta volver a las casas que el de Barx tiene abiertas en la ciudad. Me tiene robada el alma. Pero eso ya lo saben hasta en la Chimbamba.
La mesa donde practicar
cocina
que es lo que algunos (los elegidos) con muchas tablas pueden hacer en Ricard Camarena (que Mister Cooking de todo se entera; o de nada)
Menudo reportaje se me ha escapado y además lo he visto salir volando 😎
Foto de Juan Echanove propiedad de Echanove que sólo se puede reproducir con autorización de Echanove. Y que espero me sepa disculpar... por tal atraco fotográfico.
La mesa histórica
Donde cocinan todos a una los señor@s de Momiji, Nozomi, Komori y Tastem. El Japón Mediterráneo. Imposible olvidar lo que allí se habló. Ni lo que por allí rodó. Magia de Sergio Adelantado y acierto de la Academia. Una de mis últimas mesas más emocionantes… y yo sin saber usar los palillos. ¡Cooking eres un … desastre!
Una mesa para hablar
SH Valencia Palace- Alejandro del Toro (Paseo de la Alameda)
La visité esta misma semana. En un hotel. SH Valencia Palace. Nos convocaron para hablar (y escuchar, en mi caso sobre todo escuchar) sobre el estado vital de la gastronomía en esta Comunitat. Es una mesa que se llenó de palabras y reflexiones. Quizá de sentencias. Cada uno nos fuimos con nuestras ideas. Es una buena idea: mesas para reflexionar. Y decorando las palabras de platos muy dignos con el atún como protagonista. A un lado, tuve a Alejandro del Toro al que siempre es un placer escuchar. Al otro, otro espía de las letras, Santos Ruíz. Y entre ellos, un puñado de invitados, de mucho rango, y muchos pensamientos deslizados.
Una mesa que se fue
Una mesa para recordar
…con nombre de mujer… ya te imaginarías que iba a llegar
La Salita (Séneca 8. Valencia)
Platos de Begoña para flotar que disfruté un día entre vinos de Jeréz que te hablaban de la vida vivida con intensidad. La Begoña más evolucionada, siguiendo su escalada, en una mesa en la que fluían las intensidades, los sabores que cabalgan. Una opa gastro-hostil a las estrellas. Coronas floreadas, guisantes con alma, colmenillas que resuenan como timbales en el paladar. Volver a su casa siempre es una bendición. Y ella cabalga y cabalga sobre los platos con una evolución que me causa admiración. EVOLUCION, EVOLUCIÓN, EVOLUCIÓN. Me gusta.
Mesas llenas de luz
NOOR
-la gran cita de mi primavera que ya se esfuma-
Noor (Calle Pablo Ruíz Picaso 6, Córdoba)
La mesa que te hace estremecer, la puesta en escena más bella, la luz que se mezcla entre platos que te hablan de exotismos y arabescos, de califatos y sultanes, de sabores recuperados y de manjares mágicos. Una mesa que me marcará de por vida. La mesa de los sueños. ¡Ay esta berenjena mía, ayyyy!
las mesas pendientes
La que te hará cruzar las fronteras
(Quique Dacosta Restaurante 2016 √ PENDIENTE)
EL MÁXIMO
¡Cooking vuela, vuela hasta allí y ya!
“He encontrado en los límites culturales un refugio para construir las líneas argumenatles de este año…” QD
La mesa a la que siempre quiero volver
(Eneko Atxa 2016 √ PENDIENTE)
La mesa de los doce
(Que visité cuando la inauguraron mis queridos amigos de Fierro pero algo me dice que me está esperando √ PENDIENTE)
LA MESA DE LAS MESAS
en Valencia
la mesa de Ricard
2016
La que es un árbol extenso y sin final, la mesa que más me fascina y enamora de la ciudad. √PENDIENTE
La mesa más VERDE, la mesa donde se amasa el pan, la mesa solidaria (el 31 de MAYO organiza NOVATERRA una a la que no se puede faltar).
La mesa de mis mesas. La mesa que siempre me eleva más allá de las estrellas. La que siempre tiene rosas y bueno vino con Redrado como Dios Baco en mitad de La Mariola.
Ya lo sabes que yo soy de
L’ESCALETA
que soy del Moya. Kiko.
su arroz con crestas
su gamba rompedora y conmovedora
su postre que me hizo llorar
hielo, vinagre, acero
LA MESA
La vida pues es eso, amigo, un puñado de mesas. A veces tan personales como ésta que firma mi despedida. En la Plaza del Tossal tiene Cooking una mesa y una silla. Hay arroces, viandas del mercado, cosas ricas. Pero sobre todo Cooking tiene allí su casa. Y eso, sin más, es todo. Su casa junto a un mantel, una tetera que juega las veces de florero para las margaritas. Un pájaro de porcelana. Una mesa que habla. Una mesa en la que dejar correr la vida sin más pretensión que ser feliz. Esta mesa está en La Pitanza, aunque en tu vida hay miles de mesas en danza que acaban escribiendo tus días. Ellas son, de verdad, las que te acabarán diciendo cómo ha sido tu travesía.
La mesa. Su entorno. A su alrededor, la vida. La mesa, ese lugar por el que todo transita.
Pan, aceite y sal.