A fines de la década de los años 80 y comienzos de los 90 comenzó a despuntar una generación de actores que ahora ya ha alcanzado la madurez. Se les ha llamado la Generación X, por su indefinición y su desorientación vital, y agrupa a un grupo de actores surgidos de películas como ‘Reality bites‘, ‘¿A quién ama a Gilbert Grape?‘ o ‘Mi idaho privado‘. También se les ha aplicado los términos Brat pack o Frat Pack.
Todos ellos se encuentran entre los cuarenta y cincuenta años y están en la cumbre de sus carreras. Son muchos, pero entre ellos destacan especialmente Brad Pitt, Johnny Deep, Tom Cruise, Julia Roberts, Matt Damon, Sean Penn, Ben Affleck, Naomi Watts, Julie Delpy, Ethan Hawke, Nicolas Cage, Eric Stolz, Juliette Lewis, Cate Blanchett, Matt Dillon, o Winona Ryder.
Brad Pitt y Tom Cruise son, quizá, los más conocidos, los más comerciales. Hay quien asegura que Pitt es el mejor intérprete de esta generación. Basta ver algunos de sus trabajos para comprobar que la afirmación es cuanto más exagerada. Es cierto que ha conseguido no encasillarse en un determinado tipo de personajes, pero ha mantenido una trayectoria irregular repleta de altibajos y en la que ha conseguido brillar más fuera de las pantallas que por sus méritos como actor.
‘Thelma y Louise‘ supuso un antes y un después en su carrera pese a que no tuvo que esforzarse demasiado para dar vida a un guaperas de pueblo. No fue hasta ‘El río de la vida‘ (película con tintes autobiográficos de Robert Redford) donde consiguió demostrar por primera vez que escondía cierto potencial.
En ‘Seven‘, su primera de tres colaboraciónes con David Fincher, se consolida y mantiene el tipo ante actores de la talla de Morgan Freeman y Kevin Spacey. En ‘Doce monos‘, otra de las grandes películas de la década, arriesga y convence con el papel de un ser delirante que escapa a los roles habituales. Una aventura que volvería a repetir como Tyler Dunden en ‘El club de la lucha‘, segunda colaboración con Fincher.
Pitt comienza el nuevo siglo con una serie de películas epidérmicas y banales, sin pena ni gloria. En la segunda mitad de la década, en cambio, encadena varios papeles de fuste: ‘Babel‘; ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford‘; ‘El curioso caso de Benjamin Button‘, tercera colaboración con Fincher; ‘Malditos Bastardos‘; ‘El árbol de la vida‘ y ‘Moneyball‘. Con ellas logra alcanzar madurez y demostrar cierta solvencia interpretativa; pero sin llegar nunca a la excelencia. Con el tiempo se ha convertido en un actor convincente, con experiencia, como hay muchos otros aunque sin su glamour. Eso sí, demasiadas veces sobrevalorado.
En ningún momento ha podido hacer sombra a los dos auténticos gigantes de su generación: Johnny Deep y Sean Penn. El primero es uno de los mejores actores de los últimos años. El segundo es, sencillamente, uno de los grandes. Ambos coinciden en su versatilidad y su gran capacidad para interpretar a personajes complejos y difíciles. Penn ha demostrado sus extraordinarias dotes en papeles como el de Jimmy Markum en ‘Mystic River‘. Logra una composición llena de matices, sin caer en ningún momento en el histrionismo pese al intenso dramatismo del personaje y la dureza de algunas escenas.
Vuelve a sorprender como Paul Rivers en ‘21 gramos‘ donde interpreta a un enfermo obsesionado con saber quién le ha donado el corazón. Penn está perfecto, cubriendo con su actuación toda una gama de matices: desde un ser doliente a un delicado amante pasando por su lenta agonía final. Con estas dos interpretaciones, sin olvidar su Matthew Poncelet de ‘Pena de Muerte‘, Penn se ha hecho un lugar entre los grandes.
Penn y Deep, en este orden, son los mejores actores de la generación post-de Niro. Puede que Pitt comparta con Cruise y Julia Roberts, entre otros, la distinción de gran estrella. Pero a la hora de interpretar, Brad Pitt, por mucho que lo intente, queda a años luz de muchos de sus compañeros de generación. Puede que pase a a historia, pero nunca por sus méritos como actor.