Al final de su existencia acabará arrepintiéndose de no haber hecho muchas cosas; no haber visitado a Gonzalo Fuster, posiblemente, sea una de ellas
Que el cuarto disco de Gonzalo Fuster lleve el nombre de 3 (Luscinia Discos) lo dice todo. Así es él. Nosotros somos de los que creen que suele decir las cosas mucho más claras de lo que a priori nos pensamos. De hecho, hasta sentimos cierto gustillo discrepando de la mayoría al afirmar que no es tan verde el perro como se le pinta. Todo lo que de original y peculiar pueden tener sus creaciones; todo lo que de magno poseen sus brillantes textos, todo ello queda envuelto en unos vistosos celofanes que no dejan de ser otra cosa que bellas piezas pop con un claro componente pegadizo y, en muchos casos, estribillos de ésos que se te quedan. Y ese balanceo entre lo diferenciado y lo inmediato, tal vez, sea el secreto mejor mostrado de El Ser Humano: «Sí, claro que son canciones pegadizas. Es música popular, al fin y al cabo. Persigo hacer las cosas a mi manera y serme fiel sólo a mí mismo; no pisar mis propias huellas y evitar ser reconocido en un estilo. Muchas bandas hacen discos para gustar y llegar cada vez a más gente, trabajan bajo demanda y eso supone poner las cosas fáciles, previsibles. Aquí va a venir esto, y luego lo otro. El oyente lo sabe y se siente cómodo. Yo prefiero lo contrario: Ofrezco canciones con un esfuerzo en evitar melodías evidentes, en introducir figuras personales, en romper algún compás sin razón aparente, en cambiar palabras lógicas, experimentando para satisfacción propia».
De acuerdo, pero ¿qué hay de ese componente pegadizo, recurrente? ¿Por qué las creaciones de El Ser Humano, si te abrazan, ya no te sueltan? «Mis raíces, por ejemplo, tiene tres estribillos, pero la nota que precede a cada uno de ellos es distinta, lo que provoca desubicación y, por si fuera poco, las tres estrofas también son diferentes entre ellas. En Elvis, el estribillo tiene nueve notas, cuando tradicionalmente tienen dos, tres o cuatro, para ser fácilmente recordados. Sin embargo, ambas canciones son tarareables y pegadizas. Esa es mi intención. A la vez, está Stein, que es una canción muy corriente en estructura, progresión de acordes, notas… pero en el conjunto del disco llama la atención por normal respecto a las demás. El efecto contrario al efecto contrario… en resumen, sí, es pop, pero huyo de las evidencias. Es por eso que cuando alguien me dice que le gusta mucho una canción mía me emociona enormemente. No hice nada para que así fuera, pero ha sucedido y me parece magia», asegura Gonzalo. Y nosotros caemos en que, ahora sí, entendemos muchas más cosas del universo de este artista, mezcla desconcertante, cuando maquina, de concienzudo matemático y dedicado amanuense que, con su último disco, ha decidido soltar la mano de uno de sus compañeros de viaje más fieles hasta hace unos meses, Dani Cardona, uno de los hombros en los cuales Fuster solía buscar refugio: «Dani es el origen y la razón principal por la que existe El Ser Humano. Es un grandísimo productor y uno de los mejores baterías del país, pero la vida da vueltas y en ocasiones los deseos y necesidades de las personas no están alineados. En síntesis, no pudimos trabajar juntos en esta ocasión. No intervino en 3, pero sí que hablamos, por supuesto, de que iba a grabarlo en otro estudio, antes de decidir siquiera en cuál. Este disco nació de anomalías ahora imprescindibles. En todo veo una oportunidad. La vida pasa, la vida sigue».
Ese estudio no es otro que Río Bravo. Allí, Gonzalo ha tenido la vista (y la suerte) de contar con dos clásicos de la escena musical valenciana. Dos tipos, también, personales e intransferibles: Cayo Bellveser y Xema Fuertes: «Me fascina que un equipo de dos esté tan equilibrado, con una tensión creativa tan complementaria. No los conocía personalmente. Sólo había escuchado dos o tres discos producidos por ellos, y los había visto tocar con Josh Rouse y Refree. Llegué con la idea clara de vivir juntos todo el proceso de grabación: Desde los ensayos iniciales, hasta los últimos arreglos. En todas las fases aprendí de ellos: Como instrumentistas (están a otro nivel), como productores y arreglistas, pero, sobre todo, como trabajadores humildes. Fue una experiencia necesaria; vivir este disco como un momento único en mi vida. Siete días seguidos trabajando juntos y conviviendo, pensando en el disco, hablando de él, dándole un carácter propio», asegura satisfecho, mientras ultima su próxima cita con el directo. Tendrá lugar el 2 de abril, en el dELUXE, y allí compartirá escenario con Steven Munar (The Tea Servants, The Miracle Band), un apasionado del folk de calidad.
Seguramente, todas estas razones, y muchas otras más, son las responsables de que 3 represente una nueva dimensión dentro de un todo coherente en el que, consciente o inconscientemente, Fuster sigue mostrando elementos recurrentes. Uno de ellos, posiblemente el que más nos llama la atención, es el geográfico. En esta ocasión, con él nos topamos en Mis raíces, Lévi-Strauss, Un mystique, Expropietario de Bélgica… ¿Criaturas convertidas en vehículo de evasión? ¿Ampliar horizontes con todo lo que ello conlleva: Más terreno y libertad para crear? «En Pyla Pan (Malatesta Records, 2013) la portada es una vista aérea de un lago, y, la contraportada, un avión. Geografía y viajes. Acabo de caer en ello. Terminé 3 y repasé las canciones, su temática y sus textos, para ver qué nexos o eje tenía. Vi inmediatamente el componente geográfico, lo que debería condicionar el título del disco para darle un sentido a todo. Pero el único sentido que me interesa es el del humor, así elegí llamar 3 a mi cuarto disco. La verdad, a la hora de componer no soy muy consciente de introducir elementos geográficos. Me llevo un trozo de cada lugar que visito y a la vez yo mismo soy distinto según el lugar en el que esté. No sólo viajo a nivel físico. Viajar es un estado mental, y esto responde a esa necesidad de evasión. Hace nada volví de Milán, y allí era otro al que ahora mismo está respondiendo estas cuestiones. Por tanto, puede que me sirva para ampliar horizontes o como evasión, como bien dices». Y, en ese mapa, hoy por hoy, lo recurrente dentro de lo recurrente: Bélgica. ¿Qué pasa allí que te inspira tanto? «Bélgica es surrealismo (Magritte, Delvaux…) y no hay nada que me estimule más que el surrealismo. Además es un país extraño, por sus contrastes, con dos polos tan diferenciados -flamencos y valones-, y, por otra parte, como patriota gastronómico que soy, Bélgica es la gran olvidada de Europa, y a mí me van las causas perdidas. Simplemente con las cervezas y los chocolates ya la llevo en mi corazón casi a la altura de Italia y España».
Planteados ya los escenarios, pues, tendremos que modelar unos seres que los habiten, ¿no? Las historias de El Ser Humano están repletas de personajes más o menos reales, más o menos conocidos, más o menos surrealistas. Vienen y van. Hacen cosas anodinas o sorprendentes. ¿Son ellos los que, una vez que vienen a tu cabeza, te imponen una historia que contar, o surgen de la tierra a partir del escenario que puedas plantear? «La realidad no me interesa especialmente. Por eso, en algunas canciones los personajes son el mismo germen y en otras parte del contexto, pero siempre fantásticamente, no de manera documental. Elvis, por ejemplo, es una canción que orbita sobre lo que supone el personaje, más que tratar de su persona. ¿Te imaginas tener a Elvis en tu contra? Esa es la sensación que buscaba. De todas formas, en este caso, lo que me atrajo a la hora de componerla fue la originalidad de hablar de Elvis sin contar nada de él. Simplemente tratarlo con naturalidad. Esto, en sí, ya es pura fantasía. Respecto a Claude Lévi-Strauss, ¿te imaginas que tu ayuntamiento planta una estatua de él en un barrio tipo Monteolivete? Fantástico, increíble. Esto es lo que me motiva».
¿Entienden, ahora, lo que apuntábamos al inicio? Se trata de hacer próximo lo que, a priori, parecía inaccesible. Mundano, lo extraterrestre. ¿Por qué deberíamos considerar excéntrica una filosofía tal? ¿Por qué debería resultarnos extraño, por ejemplo, que todo este cóctel se nos brindara a partir de piezas melódicas, a base de música ligera? En 3 lo vemos, sin ir más lejos, en Un mystique, Lévi-Strauss, El hilo, Amiga fría o, incluso, Elvis. Vayamos más allá: El registro vocal de Fuster se adapta bastante bien a esos senderos musicales: «Sí, totalmente de acuerdo. Es premeditado. Probablemente mi timbre de voz me coloque ahí a primera escucha, pero hay otros factores como la producción, la huida de distorsiones y el no abusar de compases de 4/4, que también me alejan de lo común».
Los discos de la semana
The golden fruit train (Mushroom Pillow, 2016)
El huracán por el cual se vieron abducidos José Martí y Adrián Lurbe fue tremendo. Su condición de DJs del momento, y su consiguiente repercusión internacional a través del explosivo Right now hizo que muchas miradas se centraran en ellos. Habrá quien piense, incluso, que poder convivir con semejante maremagno podría llegar a resultar harto complicado. La respuesta, sin duda, la debíamos encontrar en la siguiente producción del dúo. Y aquí está.
The golden fruit train es una luminosa y vibrante colección de pistas estructuradas inteligentemente, que buscan no bloquear ninguna de las posibles puertas a las que llamar. En definitiva, un pop-rock electrónico tremendamente digerible, sin imbricados recovecos, que resiste, de manera digna, tanto medios tiempos del empaque de Kaa, como trallazos convertidos en clásicos bailables del estilo de Endless road o The rise.
JT2 (Verlag System, 2016)
Mostrarse previsible, dentro de lo imprevisible. El simple hecho de que Julio Tornero haya formado parte de aventuras con aspiraciones tan poco convencionales como las de Antiguo Régimen, Polígono Hindú Astral o Zotal, sería suficiente para que, incluso el menos avispado, intuyera por dónde podían ir los derroteros de sus correrías en solitario. Así pues, adivinarán que las intenciones de este JT2 tienen mucho de vanguardia y experimentación. De hecho, también lo tiene de áspero y oscuramente ochentero (las referencias germanas y de la Europa Oriental son obvias), en cuanto a fuentes de las que beber para facturar una electrónica, en ocasiones, supinamente minimalista.