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Jesús Trelis

Historias con Delantal

Joël Robuchon, un astro con delantal que se enamoró del mar

De pronto, volando en esa nube del verano que son las vacaciones, te llega un zarpazo de realidad que te vuelve a conectar con lo cotidiano. Susurros de tristes nuevas, como fados, que te anuncian que se ha marchado a cocinar junto a las estrellas, un chef que ya fue leyenda en la tierra. Un maestro, un amante del Mediterráneo, un cocinero con cara de bonachón y mirada cautivadora, cuyo nombre resuena grandioso. Como un astro. Robuchon. El chef que se enamoró del Mediterráneo. Y viceversa.

Hay apellidos, o nombres, que retumban. Que lo llenan todo. Que son sólidos. Contundentes. Sonoros. El de Joël Robuchon es uno de ellos. Antes de que el maestro del Atelier partiera más allá del sol, ya era leyenda. Decir su nombre era hablar de cocina en mayúsculas (COCINA) y despertar en tu imaginación mil fantasías culinarias en las que te imaginas platos afrancesados llenos de elegancia, sofisticados, mimados al extremo, casi acariciados.

Como dicen que era su puré de patatas. Un suspiro maravilloso que ha sido imitado en todo el mundo. Tanto que este verano quien te escribe, probó una versión de su puré en Sydney. En el Café Sydney. Pero que hable yo de su cocina sería hipócrita. Quién ha disfrutado de ella es quien puede hacerlo, como se debe hacer. A mí me queda recordar a Robuchon el día que tuve el honor de compartir con él una jornada en Moraira. Y sobre todo, recordar a la gente que ha estado cerca de él, a los que cuando les preguntabas por Joël se les iluminaba la mirada. Y el alma. En el fondo, porque el alma del chef de Poitiers se iluminaba, como el sol que amaba, cuando aterrizaba en su Calpe y su Moraira, en su Alicante… y disfrutaba de sus cuarteles de invierno feliz, relajado… Como el sol cuando es caricia y el Mediterráneo cuando es un bálsamo. Robuchon, un astro asomado al sol.

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Juan Moll, una sonrisa ligada al chef de las estrellas

 “Yo tenía solo 18 años hoy tengo 50. Más de la mitad de mi vida junto al chef más técnico del mundo, pero yo me quedo con las vivencias a su lado y su persona, gracias Joël por tanto aportado y siempre agradecido de que me eligieras como tu amigo”.

Lo escribió el hostelero de Moraira nada más conocer el adiós de Robuchon. Leerlo me llenó de dolor por él. Moll, que fue quien me dio la oportunidad de conocerlo en Moraira hace casi dos años, era ese chico que cautivó al chef cuando le servía platos en La Sort y acabó sumándolo a su negocio. Confiaba en él, sabía que era alguien con quien podía creer. Quizá, porque Robuchon, era fiel a sus impulsos. Fiel a lo que le dictaba su interior. Y Juan nunca le defraudó. Al contrario. Moll no le defraudó porque amaba ese señor que fue maestro, volcán gastronómico.

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Moll, que ha sido el alma que sobrevuela por la sala de los restaurantes de Robuchon por el mundo, logró impregnar de sonrisas su cocina. Llenar de amabilidad sus mesas. Repartir felicidad, esa ha sido su principal trajeta de presentación desde que, mayor de edad, se embarcó a la aventura de ser uno de los pilares de los ateliers.

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Rafa Soler, el discípulo agradecido

El cocinero de Audrey’s siempre ha visto en Joël a su padre gastronómico. Quizá, algo más incluso. Su hijo, de hecho, se llama Joël. Uno de sus primeros proyectos gastronómicos, lo mismo. Joël Gastronomic. Siempre le ha estado eternamente agradecido. Y siempre lo ha querido reseñar. El día en que Robuchon se fue con sus fogones a su cielo, Rafa lloraba. Rafa, ese tipo dedicado a la cocina que es, por encima de todo, un trozo de pan. Un gran tipo.

Hay dias tristes en la vida, y hoy es uno de ellos!!. Se fue mi segundo padre, mi amigo, mi maestro, una persona alegre, humilde, grande. Merci beacoup monsieur!!, siempre estaras en mi corazón!!

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Quique Dacosta, el amigo.

Las muestras de dolor, de solidaridad y de agradecimientos se multiplicaron. Después de todo, la partida de Joël Robuchon en mitad del plomizo bochorno de este verano fue como un frío filo atravesando los sentimientos. Y lo es así porque la estrecha relación del cocinero francés con Alicante ha hecho que sean múltiples las personas relacionadas con él, o que han tenido contacto con él, en los últimos tiempos. Algunos, cultivando su amistad (y con ello las vivencias). Siempre reservada. Sin aspavientos. De todas ellas, deja que te reproduzca la de Quique Dacosta. Emotiva, sentida, sincera… como Quique.

qiqedacostaGracias por tu amistad @joel.robuchon. “Alicantino ilustre”. De cada gesto tuyo, había una lección y un aprendizaje por nuestra parte.  Que honor y que orgullo haber pertenecido al mismo tiempo. Que vacío tan grande, Chef #joelRobuchon .  Tu legado es inmortal. #JoelRobuchonForever

 

Imagen de Instragram de Quique Dacosta

Imagen de Instragram de Quique Dacosta

 

Nou Manolín, su santuario.

La primera vez que estuve en Nou Manolín, José Juan y Silvia Castelló me invitaron a tomar asiento en una esquina de su barra. Al instante me recorrió un escalofrío de emoción. “Es donde se suele poner Joël Robuchon”, me confesaron. El chef, alicantino de adopción, siempre fue abanderado de las tapas españolas, enamorado de la barra del legendario restaurante alicantino, hasta el nivel de bautizarla como el mejor bar del mundo. En el fondo, Nou Manolín, le daba lo que Robuchon buscaba desde siempre: felicidad. Y lo encontraba en unas gambas, unas cigalas, unos bocados a pie de barra. La vida. Y a la vez, la cocina. Esa que él encontraba en el Mediterráneo, en el mar, en un lugar donde era simplemente Joël, con los suyos. Más allá de tener esas 28 estrellas Michelin y una legendaria historia en su curriculum.

 

Masia El Altet. Zumo mediterráneo.

En el fondo, eso es lo que parece que cautivó a uno de los grandes cocineros de la historia contemporáneo. El Mediterráneo, el sol, sus gentes, los productos que de ellos emanaban.… Su aceite. Como el de Masia El Altet, de Ibi, que ofrece en todos sus restaurantes por el mundo. Le enamoró. O sencillamente se dejó enamorar.

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Aceite que es como un zumo de vida, esencia mediterránea, sol, aceitunas que encapsulan existencia. Robuchon, como un gran olivo milenario, ha sido en parte eso. Un aceite extraído de múltiples aceitunas que encapsulan vida. Ha sido eso porque en cada restaurante, en cada plato, en cada atención a un cliente, ha repartido felicidad, vida, cocina en mayúsculas. COCINA. Y lo digo sin haberme sentado en una mesa y que él me sirviera. Lo digo simplemente porque compartí mirada. Instantes. Breves, nada. Pero a veces, uno palpa la magia.

A veces…. uno palpa la magia…

 

Así se ha ido, cocinando felicidad entre estrellas. Como un olivo legendario que deja sus raíces en la gastronomía y sigue vivo en el firmamento de las estrellas. Como un astro.  El que hizo un puré de patatas y demostró con él ser un mago. Un astro.

Robuchon. DEP

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Cuentos con patatas, recetas al tutún y otras gastrosofías

Sobre el autor

Soy un contador de historias. Un cocinero de palabras que vengo a cocer pasiones, aliñar emociones y desvelarte los secretos de los magos de nuestra cocina. Bajo la piel del superagente Cooking, un espía atolondrado y afincado en el País de las Gastrosofías, te invito a subirte a este delantal para sobrevolar fábulas culinarias y descubrir que la esencia de los días se esconde en la sal de la vida.


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