Alejandro González Iñárritu debería ser el gran triunfador de los Oscars. Pese a que le avalan un sinfin de motivos no lo tiene fácil. El mejicano es uno de los directores más en forma e innovador del panorama actual como vuelve a demostrar en Birdman. Sus historias son a veces crudas pero rezuman humanidad. Frente a la superficialidad reinante en el mundo del cine, Iñárritu es capaz de profundizar en el hombre enfrentándolo a sus miedos, a la tragedia, a las exigencias del amor, al dolor más desgarrador y sin sentido Pero lejos de caer en un pesimismo existencial siempre deja abierta una puerta a la esperanza, a un nuevo comienzo, a una particular redención.