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César Campoy

Banda sonora

Emperadores del pop

Maronda presenta su tercer trabajo, el certero Vibraciones, el próximo 19 de junio en La Rambleta, en el marco de la segunda edición de la iniciativa ciudadana València Vibrant

 

Despuntaba la presente década cuando los cimientos de nuestra música sufrían una considerable sacudida. Pablo Maronda y Marc Greenwood (La Habitación Roja), a través del sello Absolute Beginners, brindaban al respetable su primera referencia sonora. El fin del mundo en mapas avanzaba unas maneras elegantes y vistosas de analizar el pop de las últimas décadas, rendirle homenaje, y, a la vez, estructurar un sonido propio. Dos años después, en los oídos de melómanos y seguidores de Maronda estallaba pletórico un tema, Volverás, inmejorable apertura de una obra imprescindible en cualquier discoteca de altura. Aquel disco, bautizado La orfebrería según los místicos (primero, autoeditado, después, a través de Discos de Perfil), tenía tanta entidad que hubiera acongojado a cualquier artista que lo hubiera creado, de cara a enfrentarse a un nuevo reto compositivo. Pablo, no obstante, discrepa: «No creo que haya sido tan buen disco, aunque sí es el más atemporal de los tres. Viéndolo con cierta distancia, creo que simplemente juntamos un puñado de material que encajaba entre las canciones que habíamos descartado del primer trabajo, o compuesto para el segundo y pospuesto para el tercero. Veo los discos como algo lineal, como una sola obra cortada en rodajas. A día de hoy, revisando La orfebrería…, cambiaría algunas cosas. Pero sí, creo que algún día, cuando seamos viejos y calvos, nos lo harán tocar en algún festival en orden, con todos los arreglos en vivo o algo así. Se va a convertir en un trabajo de culto… Y nosotros en unos Television Personalities moñas».

 

Las luces resplandecen. Por Javier Díez.

Aquel larga duración, servido en descarga de alta calidad, y gratis, a través de la propia web de Maronda, superó, en poco más de un año, las 5.000 descargas. ¿Es ésta, hoy por hoy, la mejor manera de funcionar, aunque económicamente no resulte rentable? «Regalar las descargas digitales es una forma de decir que iTunes y Spotify nos pagan una miseria. Puestos a hacer caja, a mí me interesan el formato físico y los conciertos. En este país nadie paga por bajarse series, pelis… Discos, ya no te digo. El que se hace premium de Spotify lo suelta en mitad de una reunión social como si colaborase con Cruz Roja y separase su basura para reciclar. Si eso es lo más cívico, apaga y vámonos…».

De esta manera, éste ha sido, de nuevo, el vehículo elegido por la banda para difundir su nueva creación, un Vibraciones que sigue consolidando la marca Maronda, eso sí, evidenciando una evolución palpable, aunque no estridente. ¿Hasta qué punto pensasteis que había que mostrar nuevos caminos? «Surgió de manera supernatural. No me gusta repetirme mucho, a pesar de que es algo inevitable, y había ideas que requerían tomar direcciones que no habíamos cogido hasta ese momento. Me fascinan los discos poliédricos y poco ortodoxos como el 69 Love Songs de The Magnetic Fields o el White Album de The Beatles, donde los géneros se reformulan. Cada grupo medianamente curioso intenta reescribir el libro de estilo del que ha aprendido, y que en nuestro caso va desde Jorge Cafrune hasta New Order, partiendo de una preferencia que se inclina claramente hacia el pop de guitarras con melodías claras, género que casualmente vivió su esplendor a mediados de los 60 de mano de grupos como The Byrds y demás».

 

 

Todas estas influencias y, sobre todo, otras más, hicieron que Maronda fuera tildado de aventura ‘revivalista’. Ahora, Vibraciones, que será presentado en directo en La Rambleta en el marco de la segunda entrega de València Vibrant (en esta ocasión, con el objetivo de debatir en torno al futuro de la ciudad), el 19 de junio, ha incorporado y acentuado otras filosofías sonoras. Sin ir más lejos, la de esencia disco. ¿La razón? «Pues justamente estábamos un poco cansados de esa etiqueta sixtie o revival, como bien dices. Me gustan los sesenta españoles, y me he empeñado en echar mano de ellos para apuntalar las bases del sonido Maronda, pero no me quedo en la mera idea de reconstruir un sonido que ya tuvo su momento de esplendor, repitiendo tics formales a base de equipo vintage. Para mí es igual de interesante la aportación a la escena de Los Pasos que la de Décima Víctima o Triángulo de Amor Bizarro. En otros planos artísticos, como el literario, nadie se plantea si un tío escribe vintage por haber leído a mucho escritor de contracultura de los años 60, por ejemplo, aunque se le note que ha mamado de ahí. Desde el minuto cero Marc también lleva tiempo queriendo acelerar el sonido del grupo y modernizarlo. Yo dije que de acuerdo, pero partiendo de referentes que compartiésemos los dos. Y ésto es lo que nos ha salido. También tengo en mente hacer algún día un disco de folk barroco, con muchas cuerdas y coros y cosas así, en la línea de algunas producciones de finales de los 60 o principios de los 70. Pastoral de tierras baldías era una de las que guardaba para ese proyecto, pero se la enseñé a Marc y me tocó meterla en el disco».

 

El ritmo inmortal. Por Javier Díez.

Sea como sea, lo que está claro es que, con su tercer disco, Maronda ha disipado alguna que otra duda. Para empezar, el conjunto se ha consolidado como una de las referencias indiscutibles del pop valenciano de las últimas décadas. Además, Pablo escala puestos en la lista de nuestros mejores letristas, y demuestra que hablar de sentimientos no supone, indiscutiblemente, sinónimo de ñoñez y cursilería: «Creo que se debe a que estamos mal acostumbrados. Yo intento ser todo lo visceral y honesto que puedo a la hora de plantear reflexiones en las historietas que voy contando a través de las canciones. Hablar de amor es una excusa; como hablar de fútbol en un bar. Se tratan otros muchos temas que flotan alrededor. Y el amor es política en cierta manera: cómo se relacionan las personas en el plano afectivo con sus semejantes, es un indicativo de la forma de pensar y entender la vida de esas personas. Es un tema muy amplio que permite planteamientos opuestos. El amor después del mediodía, de Rohmer, y Mujeres y hombres y viceversa, de Telecinco, hablan de las mismas cosas, pero con enfoques y planteamientos muy distintos. Lo de las letras cursis no deja de ser un tópico».

 

 

Porque el universo Maronda sigue impregnado de unos temas que continúan siendo recurrentes: las relaciones personales (el amor, la amistad), lo esotérico, la vena siniestra, la conciencia social… ¿Son asuntos que llegan a ser obsesivos? [Ríe] «¡Sí! La verdad es que soy muy circular, muy pesado y muy obsesivo. Tengo un montón de manías, fobias y filias, y acaban saliendo en las canciones (la mugre siempre sale a flote). La amistad me interesa porque es una temática poco tratada de manera abierta; la forma en que la gente cambia hasta el punto de no poder volver a conectar con sus viejos amigos… Lo esotérico me flipa de siempre. Y la conciencia social es inevitable, rodeados de mierda como hemos estado todos estos años», sentencia un Pablo acuciado por una suerte de incontinencia creativa, que le hace acumular composiciones de manera casi compulsiva. ¿Es fácil sentirse cómodo? «Si, la verdad es que no condiciona mi vida. Hago un montón de cosas a lo largo del día que no tienen que ver con la música y las disfruto igualmente. Soy un músico perezoso, más de libretita que de guitarra. Tampoco lo llamaría “incontinencia creativa”. Se trata de hacer canciones, que se resuelven en 3 minutos, no operetas. Suelo agobiar a Marc a altas horas de la noche en plan “¿te has oído la demo que te he mandado?” y cosas así. La verdad es que soy muy perezoso con la tecnología y con Greenwood se me ha aparecido la Virgen. Lo que pasa es que Marc se acaba convirtiendo en filtro de demos primerizas que no acaban de sonar del todo bien. A veces me frustra un poco que no pueda llegar a ver lo que tengo en mente, pero casi siempre lo acaba viendo; si no a la primera, a la tercera o la cuarta. Soy muy persistente. Y muy persuasivo».

 

 

La lectura de la semana

 

Carolina Otero

Balada del rímel corrido (Ediciones En Huida, 2015)

La artista valenciana sigue viendo cómo sus textos son brindados a la concurrencia, tanto a través de sus diferentes aventuras musicales, como mediante la edición impresa. De esta manera, tras la publicación de Versos para un hombre de pero en pecho, Anunciado en televisión y 43 m2, y su colaboración en las novelas colectivas Hotel Postmoderno, Suicídame y De La Habana un barco, facturadas por el grupo Hotel Postmoderno, ve la luz este Balada del rímel corrido, una colección de poemas estructurada en dos partes (… del cuerpo y … de la noche), unidas merced a una pieza de transición (Animal), en la que el implacable paso del tiempo y la realidad vivida se convierten en principales leitmotiv.

Evidenciando sin tapujos sus diversas fuentes de inspiración, tanto narrativas como sonoras (de Gloria Fuertes a Franz Ferdinand, de Gil de Biedma a Nirvana, de Fonollosa a PJ Harvey, de Cortázar a Pearl Jam, de Szymborska a Nine Inch Nails), además, el prólogo ha corrido a cargo del periodista musical Julio Ruiz.

Por cierto, incansable como muchos de nuestros artistas, Carolina sigue ultimando nuevas creaciones musicales. A la reciente publicación del larga duración de Lülla hemos de sumar la futura referencia de Mad Robot, donde ejerce de guitarrista, así como la próxima publicación de lo último de otra de sus aventuras, Carolina Otero & The Someone Elses. Llevará por título Diastema Girls, precisamente, como uno de los poemas incluidos en este Balada del rímel corrido, y será editado, en octubre, por Malatesta Records. Y ya que hablamos del sello comandado por Néstor Mir, también éste será el encargado de dar luz a la nueva aventura sonora de los siempre reivindicables La Muñeca de Sal. La fecha elegida es noviembre, y llevará por nombre 8:10.

 

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Sobre el autor

Curioso por naturaleza. Más de media vida escribiendo.


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