El verano ya llegó. Y con él una de las mayores plagas estivales: los madrileños. El pasado sábado 21 de junio a las 10:51 se vivió el solsticio de verano para gozo y disfrute de los habitantes mesetarios que ya velan armas para asaltar eso que ellos llaman el Levante (odiosa palabra) feliz. Prepárense para el desembarco. Los mosquitos se pueden combatir con Aután; el calor, con aire acondicionado y refrescos, y a los madrileños, ¿cómo se combate a los madrileños?… Ni idea. Lo único que le puedo apuntar son unas claves para identificarlos y ponerse a cubierto.
¿Cómo llegan a la costa?
Es fácil. Por la A-3, que es por donde circulo yo cada día, llegan en utilitarios modelo berlina con salpicadero en imitación de madera. Aquí les dejo algunos detalles para identificar a los madrileños al margen de la matrícula y la pegatina del Real Madrid:
-La toalla en la ventanilla. Como llegan de un largo viaje, para que a los niños y a la suegra no les dé el sol, la solución es enganchar el borde de una toalla a la ventanilla del coche. Es importante que una parte quede en el exterior del vehículo para que flamee al viento.
–El utilitario, a punto de despegar. Los coches de los madrileños siempre parece que están a punto de despegar. Es decir, como va toda la familia, el canario, las pelotas de goma (algunas hinchadas), las tumbonas, la sombrilla, el perro, la casa del perro… el peso se acumula detrás y el morro del vehículo se eleva al borde del despegue. Los neúmaticos traseros suelen estar a punto de reventar y la carrocería amenaza con rozar el asfalto.
¿Cómo identificar a un madrileño en la playa?
–Momento sombrilla. El madrileño, en muchos casos, se levanta a las cinco o seis de la mañana para colocar la sombrilla en la primera línea de playa. Es frecuente ver al cabeza de familia vagar arrastrándose de sueño por la pasarela en busca de la orilla. Una vez allí, con las chanclas (preferiblemente de rizo azul y suela blanca) y la camisa de manga corta desabotonada, clava el palo y pone la sombrilla con el paraguas cerrado. Así un día tras otro. Una vez conquistado el territorio, vuelve a casa y le comunica a la esposa que la familia ya tiene sitio. Luego pasa lo que pasa: miren la foto de arriba. La playa de Gandia abarrotada de capitalinos en agosto.
-La experiencia medusa: Se compone de tres fases.
Primera (la picadura): Es importante tocar cualquier cosa que flote en el mar. La curiosidad le invade y su instinto mesetario le hace intentar coger lo que parece una bolsa de plástico. De inmediato, la medusa expulsa su veneno que genera una horrible urticaria en el cuerpo del osado madrileño. Se cataloga como herida de guerra.
Segunda (la pala de playa): El bañista centralista, sale del agua enfurecido, coge la pala del niño, entra al agua y recoge la medusa en la paleta. Sale a la orilla y exhibe el trofeo al público, que poco a poco se concentra en forma de anillo alrededor del señor que presenta una urticaria en el cuerpo y que muestra ufano su captura.
Tercera (la venganza): Cuando el corrillo de gente es numeroso, el madrileño tira la medusa a la arena y la apalea hasta la muerte con la paleta de playa del niño, que observa orgulloso la machada de su padre. La gente, animosa, le incita a darle más golpes a la medusa, como si el señor les hubiera salvado de un tiburón blanco. Aplausos.
-Disposición estratégica e indumentaria. Son capaces de conquistar la primera línea de playa a codazos. Lucen gorra mal puesta de marca de fertilizantes, con trasera de agujeritos y bermuda playera con camisa de manga corta seis tallas grande desabotonada. Los niños parecen croquetas rebozadas en arena por el síndrome de retroexcavadora. Todo el día haciendo hoyos en la playa. Los maridos jugan al mus o leen periódico deportivo en la versión madridista. Es importante lucir cadena de oro con medallón del Real Madrid y defender a gritos que Pirri, Juanito, Butragueño y Raúl fueron los mejores 7 de la historia del fútbol.
-La carne empanada. Un clásico. Es uno de los grandes momentos de la jornada. La madre de familia saca las fiambreras y destapa el gran manjar de las vacaciones: la carne empanada. La presentación natural es húmeda, después de tanto tiempo en el recipiente, y deconstruida. Es decir, con el empanado ligeramente deshecho por la humedad. Aquí os dejo la receta.
-El chapuzón de cabeza. Los más madrileños más jóvenes que quieren impresionar a la novia y a los suegros, corren nada más llegar a la playa y se tiran de cabeza cuando la profundidad es de menos de diez centímetros. El guarrazo es considerable, pero ellos mueven la cabeza con el cabello al viento sin importarles el esguince cervical.
-La bandera roja. Es importante que el madrileño se pegue un baño con bandera roja. Ama las zonas de resaca. Suele exhibir su atrevimiento ante familiares y amigos, que le vitorean mientras el héroe se mete cada vez más adentro. No teme el peligro pese a las advertencias del socorrista, que suele acabar yendo a por él y salvándolo del ahogamiento seguro.
El apartamento
El hacinamiento es fundamental. Es importante contratar un apartamento para cuatro personas y meter un mínimo de nueve o diez. Literas, colchones en el suelo, turnos para ir al baño… Tanta gente como baldosas de terrazo tenga la vivienda.
Las colchonetas de agua, siempre con colores estridentes, deben colocarse en el balcón y siempre hinchadas. Para demostrar que en esa casa se veranea.
Las cenas en la terraza. Si ha sobrado carne empanada, sirve para la cena recalentada en el microondas.
El paseo de la tarde.
El paseo obligado es en grupo y con el perro. Los que tienen camiseta del Real Madrid de Hummel con la publicidad de Otaysa la lucen convenientemente. Se admiten también equipajes de Teka y Reny Picot.
La hora del helado es fundamental. Es importante muchas bolas de diferentes sabores. Si son antagónicos, mejor.
A grandes rasgos, este es un manual básico para identificar a un madrileño en la playa.
No se enfaden queridos lectores capitalinos. Estas cosas hay que tomárselas con humor. Con el mismo con el que desde la Meseta nos llaman Levante, donde piensan que nuestro vocabulario no va más allá de “nano” y donde creen que en la costa valenciana priman los tetes y las tetas por encima de todas las cosas, como bien contó Darrin en este post.
Feliz verano. Os dejo un clásico: The Refrescos