Mientras afilaba los lápices, el corazón de Viridiana palpitaba pausado, como cansado por los días. «¡Sube, sube esa música!», exclamó el cocinero al que Quevedo hubiese pintado a un sombrero pegado. Sonó en el mítico restaurante el cante de Los Moneo –«Deja de quererme»– y lancé la primera. Un cuchillo a traición. «Una navaja en sus manos, ¿qué hace con ella?», pregunté. «Volvería a tallar corazones en los árboles del Retiro. Aquellos que tracé ya están a merced de las ardillas». El resto fue trepidante.
1- JOAQUÍN SCHMIDT. FUERA DE GUIÓN
2- MANUEL ALONSO. DOBLE DE PASIÓN
3- ABRAHAM GARCÍA. (RE)VERSO LIBRE
Manos. Escriba un verso.
Ando dolido con las musas y la inspiración. Siempre fui un soñador, en lo literario y en lo otro. Aunque los sueños que tengo con mis camareras, ellas los cumplen con sus novios.
Levante el puño a lo Scarlett O’Hara. Prometa algo.
Nunca cumplí mis promesas; así que es mejor que me mantenga como un timo.
Un puñetazo en la mesa.
No sé por qué me reprimo… pero sobran razones. Yo he hecho del golpe a la mesa y la blasfemia una terapia.
¿Anillos en las manos?
No llevo. Nada me ata. Y el silencio sólo me lo impone la olla exprés. Ssssss…
Taconee de felicidad.
Puedo vibrar con un natural de José Tomas, emocionarme con una llegada en el derbi de Kentucky…. pero lo que más felicidad me produce, y he tomado somníferos para que ello suceda, es soñar con mi madre.
¿Qué zapatos calza?
Mira, sólo tengo grandes los pies y la masa encefálica. Un 44 desparramado. El resto, discreto. Y me tranquiliza poco saber que el tamaño no importa.
Jamón, jamón.
Mi admiración por Bigas Lunas viene de atrás. Pero vamos con el jamón. Cuando es genuino de bellota, de los Pedroches por ejemplo, es la cumbre del sabor. La prueba inequívoca de que Dios existe y come.
El cuello. Sus fulares.
A veces me siento tan ruborizado de mis torpezas que con ellos tapo mis ojos.
¿Qué le pone el nudo en la garganta?
Buena pregunta. Tres veces al año, Hacienda.
A pecho descubierto. El mejor cocinero.
Quien nos acaba de dejar. Paul Bocusse. Nunca he compartido con él su talento, pero si la poligamia.
¿Qué hacer con las tripas?
Chichulines. Los griegos decían que la morada del alma estaba en las tripas. Bueno, en el hígado. Con las tripas hay que hacer mucha cosa: vivir, querer…
¿Qué ha comprado que cueste un riñón?
Cosas de Versace y me digo: ¡qué error! Si lo mío siempre fue la baja costura.
Es carnicero. Elija pieza.
Soy tan Narciso que me quedaría con la cuchilla impoluta que sirve de espejo.
Laberinto de pasiones. La flor de tu secreto.
Joder. Todos mis secretos pueden desvelarse.
Pasiones descarnadas.
Las pasiones son descarnadas o no lo son. Como los besos y los callos. Son con lengua o no lo son.
¿Qué odia?
La blandenguería, lo eclesiástico, lo pueril, la hipocresía que nos invade.
Le pone el corazón a mil.
El milagro de estar vivo.
A corazón abierto. Resucite a alguien.
Sin duda, a mi madre que ya es hierba. Y ahora que se fue hace ocho o diez años está más viva que nunca. Yo nunca he visitado el cementerio porque pienso: ¡qué pérdida de tiempo; si ella está viva en mí!
Es la reina de corazones, a quién le corta la cabeza
La mía. Un poco más tarde. Al final pesa tan poco…
Bombeemos pura sangre. Apueste a caballo ganador.
Siempre a ganador. Soy de esos que cada día se propone subir a la meta, aunque arriba haya un Mc Donalds.
Dice que ha dejado vida y visa en el Hipódromo. ¿El dinero nos hace grandes?
Disiento. La gente más rácana es la que más tiene. El dinero nos hace grandes si lo derrochamos.
Su corazón es un chile.
Ya lo creo. Es un volcán, es una hoguera constante.
«El aire de mi pueblo olía a bizcocho». Es de su admirada Gloria Fuertes…
¡Oh! El mío a Jaras. Éramos de pueblo, ágrafos, descalzados, mal comidos, felices, inmortales…. pero me quedaba maravillado al ver el bosque de flores blancas de las jaras. Era como si sacaran pañuelos blancos para despedir el invierno.
«Luciérnaga de mis noches, fuiste mi estrella…»
¡Eso lo escribí de mi madre! Lo podría escribir cualquiera de su madre. ¡Qué pena! Puteamos a los que más queremos. Dijo Cela: la memoria esa fuente del dolor.
¿Por qué perdió la cabeza?
La he perdido demasiadas veces. Si alguien me ayudara a encontrarla.
Qué le ronda por ella.
Tengo un libro ahí que creo que no me deshonra. Sobre maquis.
¿Qué sacaría de una chistera de un mago?
Como decía el clásico, mi mente escribe en cheques que mi cuerpo no puede pagar. Pero yo me saco mil maravillas por la mañana que por la tarde se difuminan y por la noche ya son sombras.
«Tengo ese humor de cuchillo mellado, tan ácido, tan socarrón, que podría ser valenciano, tan fallero y tan fallido, en mi caso… Una noche de lluvia llegó un cliente y andaba yo por aquí solo. ‘Está el día para irse a un Parador con la novia de otro’, le dije. Él me respondió: ‘Yo soy el otro’». Irónico, ácido, sentimental, provocador, irreverente por vocación, leído, sabio, artista, lúcido pensador. Como sus lentejas, alguien magistral sólo apto para mentes libres. «Estoy un poco a la baja», aseguró mientras pintaba su plato una noche de invierno madrileño. “Siempre a ganador”, subrayó y firmó. «Su sombrero preferido», le pedí. «Tengo más de cien; para que ellas me encuentren en el hipódromo con facilidad. Un gordo bajito bajo un sombrero». Abraham tiene aura. Éste es su AUTOREPLATO.