Es trepidante, desbordante, sabrosamente penetrante. Un espectáculo culinario de texturas, picantes, salsas, fuego, vapor… cocina sobre el alambre. Como si una gran falla gastronómica despertara satírica, provocadora, excitante.
ESTO ES
Música, algarabía, fiesta, vocerío descontrolado. Risas desatadas. Una calle inventada en mitad de un espacio trepidante, danzante, vibrante. «Fucking Circus», aparece escrito sobre un espejo que, desde las alturas, te atrapa, te sumerge, te lleva al mundo fascinante de este restaurante que parece que es un sueño que se escapó de la cabeza de alguien. «La calle onírica de Dabiz», lo titulan las servilletas que esperan sobre una barra de color rojo pasión. Como todo allí: provocadora, sensual. Dispuesta a convertirse en amante de tu paladar.
Excitación desatada entre cocineros con camisas de fuerza convertidas en delantal, tatuajes sin límites, guantes negros, salsas que corretean por los platos como los coches en una persecución de película. Vapor, humo, chispa, fuego, brasas…. Un cuadro de William Turner en el que un tren veloz se cruza por tu lado dispuesto a arrollar tu paladar con vagones repletos de cítricos, picantes, dulces…
Por el techo vuelan, como alienígenas, cerebros y quizás corazones, metidos en urnas de cristal. Alrededor, luces fluorescentes, vinilos con estrellas, soles y palmeras, gallos desplumados y un cartel que te grita : «Boing!».
(…) y un cartel que te grita : «Boing!»
En Streetxo te sientes como si se hubiese abierto la jaula de los dibujos animados y las criaturas de cartooon se hubiesen escapado para comer contigo; como si un cómic se hubiese sentado a tu lado; como si la imaginación se hiciese masticable y los sabores, personajes de un circo urbano que saltan, como trapecistas, de un lado a lado de la carpa. Y tú, entusiasmado, aplaudes con tus labios: mordiendo, devorando, saboreando, jugueteando con cada plato.
“como si la imaginación se hiciese masticable y los sabores, personajes de un circo urbano”
Todo esto, quizás más, es Streetxo –el hermano travieso, despojado de complejos y corsés de Diverxo–. La criatura rebelde (ésta también) de Dabiz Muñoz, que es capaz de atravesarte el corazón con una pata (paletilla) de conejo y robarte el alma con un carabinero en salsa que está algo más que suculento.
ASÍ VIVÍ EL ESPECTÁCULO…
Todo es como una falla. Una falla de Especial que cobra vida y libera sus esencias. Una falla en la que el fuego es, en realidad, el comensal que acaba con ella: sorbo a sorbo, bocado a bocado. Un monumento de vapor y de fuego, de especias y de carne hecha verbo, que se alza como un circo sobre el plato. Un circo en el que me metí como pude. En StreetXo siempre hay cola; y eso nos pone de los nervios. Pero al final, se queda alojada en el olvido la espera. Una vez dentro uno quedará atrapado por su ‘storyboard’ y se convierte en protagonista de su propia historia. «¿Un cóctel mientras logramos un hueco?», ofrecen.
Con ese antecedente, acudí casi haciendo equilibrios hasta el rincón de la barra a donde iba a disfrutar del festival. Más que pedir a la carta, me dejé seducir por los ‘showmen’ de la barra. E hice bien, porque se desencadenó una fiesta trepidante de sabores que empezó con un (maravilloso y goloso) nem vietnamita de pato y sashimi tibio de gambas blancas con agridulce de chiles y alioli cremoso. Sólo su enunciado ya me pareció un microrrelato. A la vista era un lienzo con regusto a barroco gastro que escondía un barranco de sabores.
Esa fue la tónica de todos sus bocados. De hecho, vas por ellos como el Correcaminos (acelerado y entusiasmado –mic, mic–). Vas por ellos picoteando con palillos, con las manos, con los labios. Por su sándwich club con ricotta y huevo de codorniz (que es para gritar: «¡estoy entusiasmado!»); una lubina de apariencia delicada y alma salvaje (muy elegante), o su magistral dumplin pekinés que tiene tintes de obra maestra (en estética y en boca). Para subirte en la mesa y recitar, cual trovador callejero, versos repletos de humo y salsas eléctricas: «Otro dumplin pekinés con oreja confitada, hoisin de fresa, alioli y pepinillos del restaurante…».
Hubo, como en todos los espectáculos (callejeros o no), también redoble de tambores y vítores para algunos platos siderales. Apunte los tres grandes de la noche. Los superstar. Con el tres, 3# canelón de pintada estofada, salsa huancaina gratinada, jugo de asado y trufa negra. De otra dimensión. Con el dos, 2# el sable de paletilla de conejo adobada y lacada, que viene arropado con cuatro salsas (quizás coco, vainilla… ¡no sabría decir!) y sus migas de cacahuete especiadas. Te lo digo en una palabra: «supercalifragilisticoespialidoso». Supremo.
Para rematar, y esto sí que me partió el ‘cuore’ –como si fuera Jessica Rabitt–: 1# carabinero chapoteando en su salsa y reconvertido en sirena. Es extremadamente maravilloso y Dabiz le llama Laksa. «Yo no soy mala, es que me han dibujado», decía Jessica. Y te dice el plato. «No es que sea increíble, es que me han cocinado así». Un «Boing!» trepidante en el paladar y en el corazón. Tan onomatopéyico como el resto de platos, como el restaurante convertido en calle, como la cocina de Muñoz. Y chico de los fogones que te hace exclamar: «¡Boom! ¡Wuau! ¡Ooooh!»
3. CANELÓN DE PULARDA
Quizás es de los platos más finos, dentro de lo trepidante que son todos. Muy goloso; de los de comer y no parar. De los bocados de StreetXo más atados a nuestra cocina tradicional.
2. PALETILLA
Otro bombazo de StreetXo. Y lo protagoniza, quizás eso es lo mejor de todo, lo protagoniza una paletilla lacada de conejo. Una carne sabrosa (no siempre puesta en valor) que se convierte en este bocado en roquera y a la vez majestuosa.
Fue la última creación que probé cuando ya había dado por ganada la noche y, sorpresa, acabó siendo el que más me sedujo. Lo tiene todo:_producto, divertido para comer, sabroso a rabiar…. De los de gritar: «¡Quiero más!»
Local: Es un lugar trepidante y envolvente. Lo peor, la cola para entrar.
Sala: Es en realidad una gran barra. Y sobre ella, pasa todo. Con un personal archicercano y amable.
Bodega: En StreetXo hay que hablar de cócteles. Que saben a platos.
Cocina: DiverXo sin corsé; estallidos de sabor.
Dirección: Serrano 52 (Madrid)
Menú: A la carta. En mi caso, 73,10 euros.
Puntuación: ♣♣♣♣♣