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Jesús Trelis

Historias con Delantal

Samsha, una experiencia no apta para puristas

EL FINDE DE MR COOKING

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Su espectáculo rompe tópicos, por eso hay que vivirlo sin prejuicios. Tras él, 200 elaboraciones y meses de trabajo y de ir perfeccionando. «Ya está consolidado», afirma. Es el show del grafitero de los fogones. La fiesta del Peter Pan del delantal

 REPORTAJE FOTOGRÁFICO JUANJO MONZÓ/LP

Víctor limpia con ginebra las planchas de mármol. Son como la arteria por la que fluye la aventura culinaria que desde hace ya ocho meses se apodera de su reformado restaurante. «La gente no se puede hacer a la idea del trabajo que hay aquí», explicó. El suyo es un show gastronómico repleto de peculiaridades:_una fusión de espectáculo y cocina no apta para todos los públicos. «Aquí cabe cualquier persona que esté abierta a vivir una experiencia», aseguró. «¿Hay clientes que se han ido sin entenderte?», pregunté antes de sentarme en su mesa supersónica y vivir el festival de Samsha. «Sí, y que se han ido con cara enfadada. Gente que quizá no sabe a lo que viene», me recalcó. Aunque pronto me aclaró que, quien se deja llevar –que son la gran mayoría–, acaba disfrutando. «Tú no sabes las cosas que me dice mucha gente cuando se va», remarcó. «El otro día se me pusieron a llorar dos chicas». El cocinero, posiblemente uno de los que más lejos lleva la cocina alternativa en todos sus aspectos, reconoce que los primeros meses le costó rodar. Dar con la tecla de lo que quería hacer: pulirlo todo, aunar tiempos y sacarle el máximo a sus creaciones gastronómicas. «Ahora está claramente consolidado», destacó. «De hecho, ya estoy pensando en el espectáculo del año que viene».

Le pregunté por lo que más me preocupaba de esta historia: «¿El espectáculo no puede acabar mermando a la gastronomía?». Fue taxativo al decir que no. Y me recordó que se trata de una propuesta con mucho producto, eso sí, pasado por el tamiz de este cocinero urbano, grafitero de los fogones, un loco soñador enganchado a los colores que está empeñado en meter a sus comensales en un bosque y subirlos al arco iris. «¿Producto?, eso sí que me cabrea. Aquí ofrecemos el mismo cochinillo que se sirve en el Celler, usamos jabugo, las ostras de Las Perlas de Valencia, gamba roja, las mejores setas de la Comunitat, la mejor mantequilla y nata de calidad», fue enumerando. «Es el mejor producto metido en mi mundo; no andamos con tonterías», explicó enérgico. Un mundo que fluye fruto de su imaginación –siempre en ebullición– y de trabajo. Mucho trabajo. «Servimos en cada espectáculo cerca de 200 elaboraciones distintas», recordó.

Con ganas –hay que ir con ganas a Samsha–, dispuesto a dejarse llevar y abierto a entender lo que Víctor y su compañera en este viaje, Irene, iba a ofrecer, di el salto a ese mundo con el que el cocinero de Castellón está dispuesto a romper con lo establecido. Ese planeta Samsha en el que te recibe en su ‘chill-out’ con un helado de ostra y otro de jabugo que ya te descoloca. (Cremosos y ricos). Una especie de advertencia de que estás entrando en un terreno que hasta ahora, posiblemente, era desconocido. Y es lo que descubres cuando te sientas junto al resto de comensales en su mesa para dieciséis y los dos –Víctor e Irene– te van metiendo en un bosque en el que los aromas de las setas tienen todo el poder. Hongos que son y no lo son, marcan el protagonismo, y un falso pero hermoso árbol se convierte en el epicentro de todo. Tierra, musgo, pinocha de soja y hojas comestibles que llegan por donde menos te lo esperas toman la mesa. Todo dispuesto para ser devorado.

La música suena. Sus explicaciones y una pantalla con el menú te va guiando por lo que está pasando. Al bosque le sigue un mundo fluorescente que te impacta. Y tras él, viajas a otro planeta, en este caso dulce, donde el chocolate se aúna con los colores y las natas y las cremas… Todo paso a paso hasta acabar en su casita de fantasías comestibles. Es, lo advertí, la locura desatada que fluye de su cabeza. Otra manera de entender la gastronomía. Un show de luces y sonidos entre yema pomada trufada, estofado de seitán, gamba baozi rellena de  ceviche…  y un sinfín de bocados que rezuman ilusión y pasión pero que, en algunos casos, son mejorables. Y él también lo sabe. Pero es evidente que es cuestión de medios. De seguir dándole vueltas a un proyecto que ya ha pulido mucho y que seguro irá cuajando más y más. Sin olvidar, eso sí, que Víctor es Víctor. Y su cocina es ésta: fantasías para devorar.

 

«¿Qué ronda ahora tu cabeza?», le pregunté. «Quiero crear comida sin aspecto de comida», aseguró. «La idea es que no se entienda visualmente que es comida. Una escultura, por ejemplo. Hacer arte con dos artistas. Lo llamaré arte marciano, porque es muy marciano lo que quiero hacer». Víctor es un niño que deja volar sus sueños. Quizá por eso a Samsha hay que ir a comerse el universo del chef de Castellón e ilusionarse con este moderno Peter Pan.

Lo suyo es un viaje entre sueños con la cocina como hilo argumental. Una experiencia para compartir con gente que no conoces. Para mentes abiertas. «Los principios fueron duros; ahora, con el boca a boca, tenemos los fines de semana casi llenos». Divertido, interactivo, distinto, cocina elaborada, con mucha química y, sobre todo, con mucha magia. Magia urbana que es lo que propone este ‘enfant terrible’ de la cocina y que, si sus sueños se siguen centrando, tiene un gran futuro por delante. Soñar con él puede ser interesante. Pero debes querer disfrutar. Los prejuicios en Samsha no caben.

 

 SALA DE DESPIECE

La lámpara de Aladino: Le pediría medios para sacar lo que hay en mi cabeza.

Te gustaría crear. Cocinaría macrocomida. Grande pero efímera.

Servirías al Papa: Comida fluorescente… para que enloqueciera.

El mejor chef del mundo: Esa es jodida. Aguanta con ésta, ¿a ver qué dices…?

Y el peor: De esos hay a patadas.

Cocina para un niño: Le haría una cara con el arco iris y unos noodles.

La Michelín. Aquí estoy.

Una costumbre: Tomo el sol desnudo en mi terraza para que me de el aire.

Tu mayor locura: ¿De cuándo? No se puede poner. Bailar. Soy adicto al ritmo.

Política: Cero. La odio.

Donald Trump: ¿El de Estados Unidos? Me la pela.

Bandera: ¡Sí! A mí me gusta mucho ser español.

Tu mascota: No tengo ni plantas.

Un disco:  It Began in Afrika, The Chemical Brothers

Huirías: A la playa. Soy adicto al agua. Un pez…

Un deporte: Patinaje agresivo. Volteretas y eso.

Un artista: DAIM, el padre del grafiti tridimensional.

Un color:  Me encanta el color. Ahora estoy fluor enganchado. Diría el coral fluor.

¿Con pijama?: Sí.

Uno, dos o tres: Tres (ríe).

Por el amor de una mujer: Cocinaría en mi día libre.

Tirarías por el balcón: El dinero.

Tu mayor mentira… Que no estoy cansado, ¿sabes?

¿Lloras?: Si mis padres se emocionan. Han sufrido mucho y cada día están más orgullosos de mí.

La mujer de tu vida: Mi madre…

Tus padres no saben. No se imaginan  lo feliz que soy.

s e g u i m o s

Cuentos con patatas, recetas al tutún y otras gastrosofías

Sobre el autor

Soy un contador de historias. Un cocinero de palabras que vengo a cocer pasiones, aliñar emociones y desvelarte los secretos de los magos de nuestra cocina. Bajo la piel del superagente Cooking, un espía atolondrado y afincado en el País de las Gastrosofías, te invito a subirte a este delantal para sobrevolar fábulas culinarias y descubrir que la esencia de los días se esconde en la sal de la vida.


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