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Jesús Trelis

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Perfecte Rocher, el chef de La Safor que cocina entre navajos

PERFECTE ROCHER. De Villalonga. La Safor. A los 17 años se fue a descubrir el Londres más punk y acabó en las redes de la cocina. Tras una trepidante travesía, ahora cocina en Seattle, aprendiendo de tribus como los navajos, pero teniendo siempre sus raíces valencianas. Un día a la semana, sirve paella en su ‘Tarsan i Jane’. “No me gusta la política detrás de la gastronomía, ni la parafernalia; A mí me llena la felicidad”. Él es uno de los valencianos que se comen el mundo.

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VALENCIANOS QUE SE COMEN EL MUNDO

Cap 1. Miguel Ruiz. Club Allard. Madrid 

 Cap. 2.  Javier Vicente. Foc. Singapur

Cap 3.  Yelel Cañas. Latinoamérica

Cap 4. César Tovar. Canalla Bistro. México

Cap 5. Adrián Zarzo. Rte. Zarzo. Eindhoven

Cap 6. Perfecte Rocher. Tarsan i Jane. Seattle

EL CHEF DE LA SAFOR QUE COCINA ENTRE NAVAJOS


¿Por qué Tarsan?», le comenté. «Por mi abuelo. Llevaba melena y la gente de Villalonga le puso ese apodo», confesó. «Hacía años que tenía ese nombre guardado para cuando abriera mi restaurante. Cuando conocí a mi mujer le dije que se llamaría así: Tarsan i Jane», sentenció. «Yo era como un Tarzán que la había encontrado en la gran ciudad. Como en la película…», bromeó.
Perfecte Rocher llevaba años esperando ese momento. El de tener su propio restaurante. Años viajando, trabajando en prestigiosos restaurantes, dando de comer a super famosos (en Las Vegas) y entregándose a los fogones junto a chefs con estrella Michelin que triunfan por el mundo. Una travesía trepidante que culminó a principios de 2016 cuando abrió su casa de comidas, junto a su esposa Alia Zaine, en Seattle. Cerca de Canadá. Allí donde las montañas y las tribus indígenas inspiran la cocina de este valenciano que un buen día cogió el portante que sumergirse en el mundo punk de Londres y acabó conquistando paladares por los Estados Unidos.

«Yo era como un tarzán 

que había encontrado su Jane

en la gran ciudad; 

como en la película…»

«A mí los restaurantes no me gustaban; piensa que dormía en el bajo de uno con mi padre y mi abuelo porque mis padres estaban divorciados», relató. Lo que sí que le enganchó a Perfecte, cuando era niño, fue ver cómo se cocinaba y lo que allí pasaba. Eso, junto a que su abuela materna era muy buena cocinera, acabó calando en su ADN. «Esa influencia de las dos familias las tenía, pero no me di cuenta de ello hasta que me marché». Algo que pasó a los 17 años, cuando partió hacia Londres fascinado por el mundo punk y descubrió, fregando platos para ganarse un dinero, que lo suyo era cocinar. Viajar y cocinar. La combinación perfecta para sacar lo mejor de alguien con anisas de libertad como Perfecte. Una persona especial que es un torbellino de sinceridades que creció en el mundo de la cocina y en la vida siempre con un objetivo: llegar a tener su Tarsan i Jane. Y ser feliz.

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«Sabía que quería llegar a esto. Fui de un sitio a otro, y fui guardando mi dinero. Ahora lo que toca es mantenerlo, porque tener un restaurante de autor aquí cuesta mucho», afirmó. Esa es su misión ahora pero no cierra la puerta a nada. «No soy una persona que me ligue a las cosas. Me quedaré aquí si el negocio va bien y soy feliz. No me llena ni el dinero, ni el ego, ni salir en las revistas, ni ser famoso; he cocinando para ellos y he descubierto que es gente normal, como todos. Eso no me va, sólo busco ser feliz», sentenció. Con esa premisa, quedó atado al mundo de la gastronomía en aquel Londres que descubrió de veinteañero. Unos inicios en los que se dedicó casi de lleno a la cocina francesa e italiana, que era lo que imperaba en aquel tiempo.

“No me llena ni el dinero,

ni el ego, ni seer famoso….

he cocinado para ellos 

y son gente normal”

Fue así hasta que Ricard Camarena se cruzó en su camino. «Estaba trabajando en San Francisco y un cliente me habló de un restaurante en Gandía en el que hacían cosas interesantes y me fui para allí». Reconoce que el chef de Arrop le «abrió los ojos». Descubrió sus caldos, el potencial del producto valenciano y quedó rendido a la cocina de su tierra. «Yo flipaba y Ricard se reía; era una maravilla», exclamó.

Tarsan i Jane in Seattle, WA

Tarsan i Jane in Seattle, WA. Fotografía propiedad del restaurante.

 

Tarsan i Jane in Seattle, WA

Tarsan i Jane in Seattle, WA. Fotografía propiedad del restaurante.

Ahora su cocina bebe de aquello, pero es la propuesta personal de Tarsan i Jane lo que impera. En ella la base valenciana está –de hecho, un día a la semana sirve paella–, pero se impone el entorno y su personalidad. «El producto es de aquí. Y quiero que sea una cocina cada vez más indígena», señaló. De hecho, habla con nativos de la tribu Navajos para que le ayuden a descubrir setas, hierbas y técnicas que le permitan trabajar de manera respetuosa y saludable el producto. Aprender, por ejemplo, a sacrificar un pescado de la manera menos agresiva. «No es fácil, llevo año y medio contactando con ellos». Con ellos y con expertos de las universidades americanas que le ayudan en su trabajo de investigación. Eso, su entrega y su pasión son sus armas. Sobre todo la pasión. Pasión de un valenciano que se enamoró del mundo, lo cocinó y lo sirvió a sus clientes con una premisa: disfrutar. « No me gusta la política detrás de la gastronomía, ni la parafernalia; A mí me llena la felicidad». Palabra de Tarsan.


 

RECUERDA…

Se llaman Perfecte, Javier, Yelel, Adrián, César y Miguel. Son cocineros y los seis están derribando fronteras con su cocina. Cada uno a su manera y cada uno en un punto del planeta. De Tarsan i Jane en Seattle a Zarzo en Eindhoven; del Foc en Singapur a el Canalla Bistro de México… Seis historias con un denominador común: cazuelas que se llenan de raíces valencianas.

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Cuentos con patatas, recetas al tutún y otras gastrosofías

Sobre el autor

Soy un contador de historias. Un cocinero de palabras que vengo a cocer pasiones, aliñar emociones y desvelarte los secretos de los magos de nuestra cocina. Bajo la piel del superagente Cooking, un espía atolondrado y afincado en el País de las Gastrosofías, te invito a subirte a este delantal para sobrevolar fábulas culinarias y descubrir que la esencia de los días se esconde en la sal de la vida.


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