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Jesús Trelis

Historias con Delantal

La cocina más íntima conquista Casa Manolo

Una ijada de dentón, un arroz de jamón y tomate, unas manitas… La tradición, el equilibrio y el sentimiento se han asentado en los platos del restaurante que mira al mar. El resultado seduce tanto que te sientes afortunado al probarlos. La sensibilidad de Manuel Alonso sigue siendo el ingrediente clave del lugar.


El sol brillaba intenso. Como queriendo iluminar ese día de forma especial. Mati, la madre de Manuel Alonso, parecía querer llenar de destellos la mañana desde ese cielo al que acababa de partir. Se hacía extraño, duro, estar en su restaurante un día tan especial. Pero a la vez, era el mejor homenaje que tanto ella, como su padre y su hijo Manuel, podían recibir. Quizás, por todo eso, aquel almuerzo junto al mar de Daimús fue tan singular. Y quizás, por todo eso, la cocina que emergió del corazón de Casa Manolo estuvo repleta de sentimiento, de intimidad. «¿Me volverás a hacer la ijada rebozada?», le rogué. «Claro», me respondió. Le costó conseguir un dentón para contar con su parpatana, pero lo logró. Y, de nuevo, volvió a marcar el menú. Un bocado exquisito –y muy peculiar– que aquel día tenía aún más valor. Lo había probado en enero del pasado año. En aquel entonces, me dijo Manuel: «este es, en realidad, un plato que se lo preparo a mis padres con las ijadas de los pescados». Ese toque tan personal ya me pareció en aquel momento especial, un plus en la propuesta. En esta ocasión, ganaba todavía más en profundidad.

2# Ijada de dentón.

Aunque en Casa Manolo todo tiene un trasfondo intimista. Lo es por la historia y la evolución del local, que pusieron en marcha a modo de chiringuito de playa los padres de Manuel Alonso. Y lo es por la propia cocina que elaboran, cada vez más mirando a su interior, al territorio, a su historia. Una cocina que se encamina –con acierto– por la travesía de la sencillez, del menos es más, y de la identidad. Un camino hacia una cocina con sello, más personal y con la misma sensibilidad que siempre ha marcado las elaboraciones del restaurante con una estrella Michelin de Daimús.
En esta ocasión, el local seguía con sus constantes mejoras. Ahora, con mesas de madera al descubierto, muy limpias. Aunque debo reconocer que a mí me gustan más con el pulcro mantel que lucía antes. Reconozco también, eso sí, que en verano le da un toque más fresco, quizás más informal.
Al margen de ello, la sala continúa siendo impecable. Cercana y amable, sin estridencias, y con un Manuel Alonso siempre presente: detallista con todos y afectuoso desde que comienza la experiencia hasta que te marchas.
Del menú, destaco sus snacks, en especial el sorbo de hervido: cremoso, cálido, suave. De sus platos principales, 2# la espectacular ijada rebozada (que ya te remarqué); su pescadilla frita; unas impresionantes 3# manitas lacadas, y un sobresaliente, realmente extraordinario, 1# arroz con jamón y tomate, que estaba algo más que delicioso. De los mejores arroces que he podido probar en tiempo y, sin duda, el mejor arroz que he degustado en Casa Manolo. En general, todos ellos, platos más refinados, medidos y equilibrados. Sin ingredientes que estorben, que dejen de aportar, y con toques más intensos, sentidos. Y quizás más tradicionales. Como si Manuel Alonso estuviera encontrándose en su cocina y sacando lo mejor de ella.

1# Arroz con jamón y tomate.

3# Manitas de cerdo.

Una cocina, en cualquier caso, en la que demuestra que, pese al paso del tiempo, él sigue disfrutando. «Cuando deje de hacerlo, colgaré el delantal», me vino a confesar. Pero eso es difícil que pase, porque el de Daimús se divierte tanto que es su vida. La gastronomía es su vida. La cocina y esa casa, Casa Manolo, donde ha ido fraguándose su personalidad y su profesión. Una vida junto al mar, ese Mediterráneo que aquel día de enero lucía brillante. Soleado. Ya te dije: destellos que Mati lanzaba desde el cielo.


EL REGALO DE MATI

Un día, Manuel me dijo entre risas: «Mi madre dice que nunca me sacas». De eso hace un puñado de años. Poco después le saqué; más tarde, conocí a su madre. Hasta compartí mesa un mediodía en Casa Manolo con ella y su esposo.Los dos comían todos los días allí. En una mesa tocada por el sol. Un sol que iluminaba su pequeño cuerpo. De hecho, Mati tenía una sonrisa especial, una mirada tremendamente tierna, un rostro que transmitía vivencias, experiencias, trabajo. Era de esas mujeres que, no sabes por qué, engancha. O quizás sí; sí se por qué: Matí era una mujer auténtica. Muy auténtica. Pura personalidad. Amable, sincera, discreta. El último día que estuve con ella me regaló una bolsita con huevos diminutos y riquísimos de sus gallinas. Me conquistó. DEP.

 


OTROS PLATOS:

La pescadilla
Frita, con un intenso toque de sal (pero muy correcto) y en su punto de jugosidad. Es el mejor homenaje que puede hacer al mar que baña el que fuera el chiringuito de sus padres y ahora su restaurante. Rozando el podium.

Los Postres:

La parte dulce gana en enteros año tras año. En esta ocasión aúna equilibrio y coherencia de forma destacable. Una elaboración cítrica, para refrescar, y un exitoso turrón de cacahuete, muy goloso, para rematar.


CASA MANOLO / VENTANA AL MAR

Local: En mejora constante. Cada vez, más restaurante.Elegante y sereno. / Sala: Amabilidad y cercanía. Manuel Alonso la llena de detalles. / Bodega:  Una buena oferta y bastante variada. También de vinos valencianos. / Cocina: Es el fuerte de la casa; cada vez más madura, más equilibrada. Muy mediterránea. / Dirección: Passeig Marítim, 5, Daimús./Menú: 59, 79 y 99 euros. / Puntuación: 4 de 5


Cuentos con patatas, recetas al tutún y otras gastrosofías

Sobre el autor

Soy un contador de historias. Un cocinero de palabras que vengo a cocer pasiones, aliñar emociones y desvelarte los secretos de los magos de nuestra cocina. Bajo la piel del superagente Cooking, un espía atolondrado y afincado en el País de las Gastrosofías, te invito a subirte a este delantal para sobrevolar fábulas culinarias y descubrir que la esencia de los días se esconde en la sal de la vida.


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