EL FINDE DE MR COOKING
#elListódromo: Diez tentaciones de Javi Antoja #Confidentials: Lo que nos espera en GastrónomaLA NOTICIA: Ángel León ya acaricia el plato luminiscente.
El cocinero gaditano, conocido como el chef del mar, presentó esta semana ante un grupo de científicos de la universidad de Harvard en Massachusetts un descubrimiento sin precedentes. La luz marina se convertía en sus manos en alimento.
LA HISTORIA JAMÁS CONTADA: El chef que se comió la luz
Escribió Franz Kafka en uno de sus aforismos de Zürau –tan complejos, tan kafkianos–: «Una jaula fue en busca de un ave». Supongo, sólo supongo, que a él le sucedió lo mismo. Que una noche, con los sueños naufragando por su mar de fantasías, apareció en mitad de la deriva una de sus sirenas imaginadas. En sus manos –sospecho, sólo sospecho–, llevaba un destello de luz para atraparle. Cazarle como la jaula de Kafka que quería capturar a su ave. La luz de los océanos, que tanto le había cautivado en sus travesías por alta mar, estaba resplandeciente ante él. Viva, radiante, enigmática.
Imagino que el cocinero con corazón de atún bravo, tinta de calamar en la sangre y ojos de mero deslumbrantes, quedó tan prendado de su belleza que acabó por convertirse en obsesión. Y presumo que Ángel (de agua y de sal) León (no de selva, sino de mar) emprendió en ese instante la batalla por capturar aquella luz. Esa que, a la vez –siguiendo el enredo kafkiano– le había capturado a él. Enjaulado. Esa luz que cabalga por la oscuridad de los océanos como formando parte de ese peculiar universo que es el fondo marino. Un universo –tan fantástico que parece irreal– en el que algas, peces, fitoplancton… bucean por las aguas como estrellas que brillan fluorescentes –a veces fugaces, a veces eternas– rompiendo los límites de la belleza.
El chef del Mar, como le conocen a Ángel León, se marcó como meta pescar la luminiscencia para jugar con ella. Quería tenerla entre sus manos, hacerla suya, engullirla, saborearla, comerla, vivirla. El hombre que se hizo a base de olas y salitre quería cocinar la luz para hacer con ella maravillas. Platos luminiscentes, manjares iluminados, bocados líquidos repletos de destellos. Como en los cuentos más increíbles. E intuyo, sólo intuyo, que el sueño se logró. Porque ante un prestigioso público, subió a uno de los escenarios de la Universidad de Harvard en Massachusetts y exclamó: «¡Lo tenemos!». Contó que había conseguido secar un microorganismo que produce luz y con su polvo comestible llenar de destellos los caldos de su cocina. Sopas que iluminarán el estómago de felicidad.
El chef de Aponiente, dos estrellas Michelin y un futuro que promete ser un grandioso tsunami de sabores, ha despertado del sueño. Y pienso, sólo pienso, que sus carnes deben estar con la piel como escarpias, que su ilusión debe estar desbocada, que sus ansias por ir a más debe estar imparable. Tiene en sus manos la luz y la luz ya ilumina su futuro. Dicen que el próximo año, iluminará el menú de su Aponiente. Y sólo la idea estremece. Los comensales podrán caer en las garras de la luminiscencia. Y como a Ángel, la luz les atrapará. La jaula sigue buscando su ave. Besos luminosos.
(Publicado en El Comecocos, Las Provincias papel 4 de noviembre 2016)