EL FINDE DE MR COOKING
#elListódromo: Las diez tentaciones de Paco Torreblanca #Confidentials: Las mejores Kokochas del mundoPaco Torreblanca. Villena, 1951. A los 12 años se fue a París a aprender de Jean Millet. Su padre había conocido al afamado pastelero francés en la cárcel. Consecuencias de la Guerra Civil; y de ser republicano. El pequeño hombre de cabeza talentosa y mirada vidriosa –como el cristal líquido que elabora- inició allí una trayectoria trepidante y diría que mucho más que golosa. Hizo de la pastelería un arte. Y su arte se convirtió en hechizo. Magia que se diluía en los paladares al tiempo que transmitía felicidad. Su panettone es glorioso; su milhojas, propio de Alicia y el País de las Maravillas; sus vivencias, un manantial de sabidurías que quien bebe de ellas aseguran que queda prendado para siempre. Porque Torreblanca, al margen de un pastelero que rezuma ingenio es, como dice su hijo Jacob, un hombre con valores. Esos que pululan por su obrador entre dulces con alas: un eclairs de constancia; un mousse de creatividad. Un bosque de cristal de caramelo diseñado por el arquitecto de sueños. El arquitecto de la apoteosis. “Su arte no es efímero, es histórico”. Lo dice su amigo Quique Dacosta y es tan cierto como que su caviar cruje en tu boca.
COOKINGζRETRATO
Tercera entrega de la galería de las tentaciones. Hoy, de nuevo, nos citamos con uno de los grandes de la gastronomía más allá de nuestras fronteras. Su repostería, ese arte efímero que tanto elogian, es ya parte de nuestra historia. Torreblanca, el gran maestro. El arquitecto. Estas son sus tentaciones:
SUS DIEZ
TENTACIONES
1. Un producto:. Chocolate.
2. Un plato: Sopa de trufas de Paul Bocuse.
3. Un vino: Chato Petrus.
4. Una bebida: Champagne Cristal Roederer.
5. Un postre: Milhojas caramelizadas en un hojaldre de mantequilla fresca y una crema pastelera de vainilla de Tahití.
6. Un cocinero: Jean Millet.
7. Un restaurante: Ibai.
8. Un compañer@/s de mesa: Juan Echanove.
9. Un libro: Le Confiseur Royal, ou L’Art du Confiseur Dévilé aux Gourmands. Una película: Comer, beber y amar . Un cuadro: La Última Cena de Da Vinci.
10. Un sueño gastronómico … Que abra de nuevo sus puertas El Bulli.
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ASÍ LO VEO
EL ARQUITECTO DE LA APOTEOSIS
Es un creador de joyas. Orfebrería hecha de frambuesa, de vainilla de Tahiti, de gianduja donde brilla la avellana. Crea las joyas que coronan las fiestas en las mesas y llena los finales de dulces instantes que se convertirán en inolvidables. Es el Merlín de los sabores encapsulados en delicados bocados: dulces, amargos, ácidos, crujientes, cremosos, envolventes, frescos y, al tiempo, cálidos. Los pasteles y sus derivados, en manos de este alquimista, son como la moraleja de una fábula, el final de una buena novela o el desenlace de una película que se rueda alrededor de una mesa. “No podemos entender una comida sin un final apoteósico”, dice el propio pastelero. Ese Torreblanca que lleva más de medio siglo ejerciendo de hechicero de azúcares y especias. El que revienta la mañana a golpe de croissant, el que esconde sus versos en el sablè bretón, el que susurra canciones a un brioche. Es el que te enamora con un hojaldre invertido, con un río de almíbar de ron, con una aldea de financiers, con un contundente bombón de leche y miel. Es el pastelero que te robó el corazón con un panettone que vuela, como los ángeles (si los hubiera): una esponja casi invisible que en tu boca despierta –como en los cuentos de Sherezade- mil y una sensaciones. Dulces perversiones que provocan al paladar.
Torreblanca es su familia; su mujer Chelo, sus hijos y sus nietos. Es el que nació en la calle Baja de Villena y aún le gusta juntarse a tomar algo, de tanto en tanto, con el Pedro, Marcos, Toni, Paco Martínez, Pepe Ferrando… Es su tierra. Elda y Petrer, que le cobijan. París, que le acogió. El sonido de la campana que le atrapó cuando la escuchaba clamar desde Notre Dame. Es el niño que deambulaba por calles junto al Sena prendado de aquellas cúpulas doradas que le abrieron las puertas del mundo. Es Totel (donde todo empezó), el transgresor, el emprendedor (que ha pasado los trastos a sus hijos), el que aún recuerda los aromas de aquellos mantecados que le hacía su madre cuando partió de casa para convertir su vida en un bombón de chocolate relleno de esperanzas, libertades y mucho arte. Las tres premisas del arquitecto que firma el apoteosis.
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en cinco trazos y una foto
Si fuera una palabra, serían un nombre propio. Y yo le llamaría Merlín. Mago, hechicero, brujo que convierte cualquier conjuro en crujiente chocolate capaz de garantizarte un final feliz. Abracadabra, Torreblanca te funde.
Si fuera una frase la diría Ferran Adrià. O la dijo: “No podríamos entender el éxito de la gastronomía española en el mundo, sin Paco Torreblanca”. Fue elegido el mejor pastelero del mundo, aunque él no es de los de mirarse el ombligo. (Por cierto, los dos fueron nombrado Honoris Causa por la Universitat Politécnica de València).
Si fuera un árbol, sería un olivo. El que corona su obrador. Aunque el olivo diera también almendras.
Si fuera un plato, sería un dulce. Evidente, querido Cooking. Y sería un cuento, una fábula. Un panettone, ese al que le podría escribir una enciclopedia de emociones. Aire, sabores, aromas, color, textura, abrazo que se cuela en la boca, expresión… Una escultura que revienta en el paladar como un jarrón de cristal. Cristales de azúcar coronando esta locura.
“Te contaría que un niño se comió un trozo del panettone y se convirtió en un príncipe con un dragón; y que agarrado a su cuello voló por un océano de historias que brotaron como un mar de fantasías a lo largo de toda su vida. Hasta que el panettone se acabó y el niño, volvió a ser aquel tipo mayor… Aburrido. Y tristón“.
Si fuera un final el que Torreblanca quisiera traer. Si el final lo pusiera yo, sería una mesa mano a mano los dos comiendo algún bombón y hablando hasta que se ponga el sol de la vida de este niño grande que quedó atrapado en la casita de chocolate. El hijo de un republicano -este final ya lo escribí- al que Felipe VI, aún Príncipe, le encargó su tarta nupcial y lo reafirmó como Rey de los Pasteleros.
Si fuera una fotografía, pues sería dos. Cosas del Cooking. Dos en una… La primera, Paco entre los más grandes del mundo dulce. Y la segunda, en su obrador con uno de sus hijos, Jacob. Ambas resumen todo. Trabajo y familia. Que a veces es lo mismo. Su gran familia.
Y colorín colorado, comieron pasteles y fueron felices. Y la semana que viene…volvemos a abrir la galería
tengo un #buscavidasgastronómicas cazando sus tentaciones.