Las palabras a veces también se debe digerir. A veces son tan intensas, y hermosas, y sesudas… que saben a manjar. Palabras trazadas alrededor de una mesa o sobre una mesa; palabras de sobremesa y copa y puro y fiesta; palabras que son recetas, y reflexiones, y emociones. Son loza y copa y vino y unos gramos a pimienta. Caviar, langosta, ostra, ternera, maíz, patata, hierbas, setas, agua. Un huerto de historias escritas reposando sobre la biblioteca. Eso también nos deja el año que se fue.
Os traigo algunos libros (sin más) y un banquete peculiar. Con doce cucharadas como doce campanadas.
Sacó su delicado mantel de puntillas y lo dejó caer como una nube sobre la mesa. Doce platos, cubiertos, servilletas a juego, las copas. En el centro, un cuenco de porcelana y dos bandejitas de plata. Se acercó a la biblioteca, pasó la mano con cuidado por el portarretratos donde dormitaba sonriente la fotografía de Merlín, su marido. Le miró y le dio un beso. Caminó hasta su habitación y se colocó el eterno vestido de terciopelo azul, el collar de perlas, pendientes y una pulsera dorada. Olía a perfume refinado: canela y nuez moscada.
Subió a una pequeña banqueta y extrajo de la biblioteca sus libros para la fiesta: el de las recetas increíbles, el Festín de Babette, un manual de arte de hoy y de ayer, poemarios, una guía de vinos y el viejo diario de su esposo, que siempre le ha acompañado. Merlín le miró desde el portarretratos y le susurró: «Saca a Pessoa; me apetece escucharle este año: ‘Entre sueños, sueños creé/ y este mundo atónito siente/ la belleza que le presté’». Ella le miró, sonrió y lo sacó. Colocó un libro en cada plato, se sentó en una esquina de la mesa y, mirando de reojo el carillón, esperó.
“Olía a perfume refinado: canela y nuez moscada”
A las doce cogió una copa y, dando un golpe sutil con una cucharilla, comenzaron a fluir del libro de recetas increíbles: pancakes de mantequilla y caviar, ostras aliñadas con vodka, un pichón con maíz y una gran tarta de crema y avellanas. Otro golpecillo y un mayordomo con cara de galgo salió del libro de vinos: «Château Haut-Brion de 1996», anunció. Tocó por tercera vez y del manual de arte fluyeron un guerrero de Altamira, una menina, el Inocencio X que pintó Bacon. Una bailarina de Degás, una vedette de Lautrec y un joven de Caravaggio. Otra campanada y todos se pusieron a leer los poemarios: «Todo se finge rápido y urgente, /pero yo te recorro lentamente que las cosas del alma van despacio».
«Del poema ‘El otoño de Madrid’ de Luis López Anglada», sentenció la bailarina mientras su anfitriona daba el último toque de los doce. Y, parafraseando el festín de Babette, exclamó: «esta noche he aprendido (de nuevo) que en este hermoso mundo nuestro todo es posible». Con el primero rayo de sol, los invitados se esfumaron, los libros volaron y la mesa se vació. Ella se quitó los zapatos de cristal, los puso junto a la foto de Merlín y se besaron. «Te quiero», le susurró. Y entre besos soñados, se durmió. Hasta el próximo año.
Palabras. Son parte de nosotros. Sin ellas viviríamos en el silencio. Por eso paseo mis ojos por la biblioteca, las bibliotecas, y siento vida. Veo momentos, y recuerdos, fantasías, quimeras, historias repletas de energía o belleza, de realidades o destrezas. Palabras para engullir.
1-Un historia de Birmania: Cocina, familia y Rebelión. Por Bridget y Stephen Anderson. Esta maravilla editorial se presentó a mediados de diciembre. Lo sé porque le acompañé en tan maravilloso parto. Es una historia intimista, pero al tiempo universal: tan profunda y emocional que es especial. En el fondo, la historia Ma Khin. Los dos. Ma Khin Café, un local del club de la fusión, de cocina asiática y británica, pero sobre todo personal. Y Ma Khin, la bisabuela de Stephen y Bridget, que es novelesca, aromática, pasional, entrañable, dura, real. Este libro no te puede faltar. Precio de la edición en castellano: 35 euros. Para viajar. Y disfrutar.
Palabras. Viajo a través de ellas. Sueño, incluso canto, vuelo. A veces sobre los lomos de los libros invento tropelías. Un verso es un buen aperitivo; un poema de José Hierro, como un manjar en la sobremesa: “Es mejor no pensar, seguir/ a donde nos lleven las aguas”. Palabras para saborear.
2-Viva México Cabrones. Por Punto MX, Roberto Ruíz, María Fernández, Martin Eccius. Abro al azar. Casi al final, entre un glosario de definiciones leo:
Zaranda:
Utensilio tradicionalmente elaborado con varas, que se disponen para formar una rejilla. Se emplea como base para asar alimentos (…)
Y me da ganas de devorarlo. El libro. Y Punto MX. Cocina mexicana contemporánea, bases, productos, creaciones y filosofía. Así reza la carátula de este libro maravilloso de Montagud Editores que necesita una reflexión larga, de siesta y Padre Nuestro. Lo haré como se merece a su tiempo. Fusionando libro y mesa. La única manera de hacer justicia a una cosa y a la otra. Lo demás sería absurdo. Gracias por este lujo, amigos de Punto MX y Montagud Editores. Para gozar. Para zarandear.
Palabras. Entre ellas, Alicia muestra sus maravillas, Dacosta sus paisajes transformados, Diego Guerrero se hace irreductible, Paniego asoma por un costado, hay poemarios para romper el estante, libros de arte para seducir a los amantes del lienzo, hay palabras pochándose en recetarios que jamás osaré a replicar. La torpeza del aprendiz que nunca quiso ir más. Palabras para mordisquear.
3. Comimos y bebimos. Por Ignacio Peyró. Este libro está en el capítulo de pendientes. Todos me hablan de él. Quizás, si así lo desean los Reyes Magos, llegará su turno.”El resultado es un libro que nos deja con hambre de más”, dice la editorial. De Libros del Asteroide. 17,05 euros. Para pensar. Para releer.
4-Unánime. Por Emilio Garrido, Xavier Mollà i Bernd H. Knoller. Dicen, yo aún no lo tengo y no puedo desgranar, que es una pequeña (o gran) obra de arte que ensalza el amor por la palabra, la imagen, la cocina y la vida. Es Unánime el veredicto. Un gran libro. Un sueño y un ejemplo, de que nunca hay que parar. Como ha hecho bernd con su cocina. Paso a paso, caminando, haciendo que ella y él sea una misma cosa, en la que ambos se sientan cómodos. Para seguir adelante.
Palabras. En el armario, tras la tetera, en la biblioteca del salón y en la del comedor, en la cocina, sobre la cama, en el suelo, besando casi las huellas de los días que transitan a pie de casa. Los libros son, como una prolongación de nuestras vidas, testigos de nuestro paso del tiempo. Palabras para comerse las horas. Palabras instantáneas, como las sopas.
5-Guia de Vinos Gourmets. Un viaje por los mejores vinos del país. Bucear entre las viñas y sacar de ellas toda su intensidad. En cinco datos que ellos mismo facilitan:
4.600 vinos catados a ciegas: características y precios
1.821 vinos catados a ciegas, comentados y calificados
1.118 bodegas referenciadas
218 tiendas especializadas
119 zonas vinícolas
Mucho más que vino. Una guía viva. Edita Gourmets. Sobre 18 euros. Para aprender y descubrir.
6-Guía Michelin. Otro de los clásicos. Imprescindible para los amantes de la gastronomía. Este año con muchas novedades. Algunas que nos tocan muy de cerca. Desde Ricard Camarena a Beat pasando por Orobiando o El Xato. Recuerdo que Quique Dacosta conserva su colección de guías Michelin en su restaurante. Cuando la observé, me emocioné. Me di cuenta de cuánta historia hay detrás de ella. Tener la Guía Michelín es mucho más que tener una guía de restaurantes. Para enterarse.
Palabras. Que son vapor y fuego, dulces o ácidas, amargas aclamaciones o crudas afirmaciones. Las palabras son como una despensa en la retaguardia de nuestra conciencia, esas que sacamos a pasear según nos convenga. Para decir te quiero, te odio. Para hablar solo. Palabras que se salpican (como aceite hirviendo), palabras que te reconfortan (como la sopa de hierbabuena de mamá ), palabras que seducen como la vainilla o que pican, como las verdades: chile verde, chile rojo. Palabras cocinadas.
7-Tasquita de Enfrente. Por Juanjo López de la mano de Montagud. De esos libros que vale la pena acariciar con la lectura reposada. Ya te desgrané (y además con ganas). Si te apetece bucear por el pensamientos y alimentar tu alma, no dudes en hacerlo. “La honestidad no es, ni de lejos, cuestión de grandes discursos rimbombantes. Lo es de pequeños actos cotidianos”. Para profundizar.
8-El puerto de los aromas. Por John Lanchester. Una historia publicada en Anagrama sobre Hong Kong, que significa precisamente puerto de los aromas en chino. Allí hay trama, novela, amores y peripecias. Y sí, también hay sabores.
“Alguien me dio un sorbo de cerveza, que me tragué a pesar de la impresión que me produjo su repugnante sabor acre y adulto. Me pareció asquerosa. Me entraron náuseas y me mareé, sobre excitador”
Un libro entretenido. Para exploradores.
Palabras. Sobre el plato, sopa de letras. En la copa, burbujas que estallan como las ideas. Cortantes, como un cuchillo; veloces, como la exprés; a dentelladas y a golpe, como el mortero. Una majada de palabras, un guiso de ideas, charcutería de pensamientos. Palabras encebolladas. Como el chipirón . Palabras en su tinta.
10-El libro de cocina de Alice B. Toklas. Lo tengo entre las manos y promete. Me pareció muy atractivo sólo leer en su contraportada la presentación de lo que me esperaba. “Esta es una obra de las pocas que merecen la categoría de ‘legendaria’.”, aseguran. Después explican que en ella se recopila veinticinco años de recoger y adaptar recetas por parte de Alice, con las que agasajó artistas como Picasso, Matisse, Picabia, Hemingway… De las Galletas de Alice, al helado de Nora, pasando por la sopa mimosa o las ostras fritas. Editorial Ariel. Para disfrutar.
Palabras para engullir, para saborear, para mordisquear… instantáneas, como la sopa. Cocinadas y en su tinta. Palabras en la cocina. Palabras, también, con delantal.