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Jesús Trelis

Historias con Delantal

Begoña Rodrigo se mete en El Huerto: “Por mi carácter, las cosas han ido mucho más despacio de lo que deberían ir”

Fototografía de Jesús Signes/

Es tozuda, tenaz y muy trabajadora. Por eso, su vida ha sido una batalla trepidante por lograr lo que se propone. Eso sí, siempre con una autenticidad envidiable. Ahora le toca rozar las estrellas.

BEGOÑA RODRIGO — TIEMPO DE COSECHA

Valencia, 15 de agosto de 1975.

La sombra de la estrella le persigue. Aunque es puñetera. La estrella. Se resiste, pero Begoña Rodrigo es tozuda. Lo dice ella. Y los hechos lo atestiguan. Por esa cabezonería, por su constancia y por mucho, muchísimo trabajo, ha llegado donde está. Entre las cocineras más reconocidas de este país. Lo es por su cocina. Y también por ella. Una persona especial. De las que no dejan indiferente. Guerrera, batalladora, luchadora entre cazuelas que, asegura, vive un momento zen. Estabilidad y reflexión que aflora en su restaurante, en La Salita. Y en su futuro, con nuevas propuestas, que se fraguarán en El Huerto. Allí ultima ahora la próxima parada por la travesía de su vida como cocinera. Y como mujer. El próximo puerto en el que atracar, con la sombra de la estrella acechándole por detrás. Al final, le atrapará. O al revés. Es tiempo de cosecha.

Fototografia de Jesús Signes.

–¿Cuándo se embarca Begoña en la aventura de la vida?
–Pues mira, diría que empecé a trabajar con catorce años. A partir de ahí ya fui consciente de lo que es tener un horario de trabajo. De hecho, yo nací detrás de un mostrador y pronto descubrí que para lograr ciertas cosas necesitas tener tanto dinero. Con catorce años ya sabía qué significaba hacer la compra…
–Madurar a la carrera.
–Sí. Era un concepto de vida en el que descubres lo que necesitas para sobrevivir. Por eso, cuando me fui fuera de España, con unos veinte años, ya había montado dos negocios. Uno con diecisiete y otro con diecinueve. Y tenía ya un concepto de lo que es también la vida empresarial. Eso me facilitó mucho poder entender después lo que es estar en el otro lado como empleada.
–Siempre has estado en el lado empresarial, ¿no?
–De hecho, la única vez que he estado trabajando para alguien ha sido cuando me marché fuera de España. Salvo tres meses aquí, pero que fue poco tiempo.
–¿Te has autogestionado?
–Sí, el bonito mundo del autónomo.
–Pero ser autónoma te ha permitido ser también independiente. Aunque esa independencia puede ser muy dura.
–Bueno, es una manera de llamarlo. Independencia. Pero en realidad, depende. Si luego tienes un trabajo de ocho horas que te permite tener libertad en tu vida, pues sí. Pero también puedes ver casos en los que estás pendiente las 24 horas del día. Entonces, vives esclavo de tu propia elección.
–¿Es tu caso?
–Yo he elegido algo que me gusta mucho y, por tanto, esa libertad está bien.

«Ahora me veo como jefa y empiezo a gustarme, porque antes no sabía gestionar. La gente se cree que montas un restaurante y es súper fácil, pero no lo es»

–Pero esa niña que inició su travesía con catorce años, ¿a qué puerto soñaba con llegar?
–Yo creo que he pasado más puertos de los que realmente creía que iba a llegar. No soy de ponerme metas muy a la larga, aunque siempre he creído que soy una persona que consigue las cosas que se pone entre ceja y ceja. Porque soy muy tozuda, tenaz y constante a la hora de ponerme a trabajar. He sido muy trabajadora; eso es algo que me enseñaron en mi casa.
–En la cocina ¿también?
–Cuando me metí en el mundo de la cocina, quizás llegué a pensar que igual tenía un día dos restaurantes, que podría conseguir que funcionaran bien y viviría de esto. Pero nunca pensé que podría llegar a donde he llegado ahora. Por ejemplo, tener el reconocimiento profesional que tengo ahora… Porque era algo que ni siquiera entraba en mis planes.
–Y de niña, ¿ya soñabas con tener un restaurante?
–Como he tenido una infancia adolescencia medio irregular, sólo pensaba que si trabajaba podría llegar a donde quisiera. Aunque luego he conocido a mucha gente muy trabajadora que después sólo ha logrado sobrevivir. Lo importante es, en el fondo, estar en el sitio adecuado y en el momento adecuado.
–Eso y algo más…
–Hay muchos movimientos en la vida y depende, te pueden poner en un sitio en un momento dado o en otro. Soy muy realista para estas cosas. Siempre he pensado que podría vivir más o menos bien, porque siempre que pueda voy a trabajar; pero no soy una persona que sueñe cosas imposibles; nunca lo fui. Soy más ahora de mayor que cuando era pequeña, que pensaba en conseguir llegar a tal sitio y lograr tal cosa.
–Pero siempre batallaste por algo.
–Sí, lo que quería, luchaba por lograrlo. Comencé, por ejemplo, a viajar con veinte años.
–¿Y has estado en el sitio oportuno cuando tocaba?
–He tenido grandes momentos oportunos. Como cuando caí en la partida de cocina de un hotel en Holanda, donde el jefe era una persona mega preparada: el primero de cocina de Michael Roux, que estaba en un periodo de descanso. Fue una persona con la que me crucé en esta vida y me formé como cocinera. Eso fue estar en un sitio adecuado.
–¿Y has estado en un sitio equivocado? ¿Lo contrario?
–Más que estar en sitios que no son adecuados, yo creo que soy facilitadora de poner las cosas en contra. Por el carácter, las cosas han ido mucho más despacio de lo que deberían de ir; o me he puesto obstáculos que, ahora con la edad, que pienso con más paciencia, puedo valorar y afrontarlos de otra manera.
–Eres joven pero… ¡empezando con catorce años!
–Soy joven pero estoy cascada. (Sonríe). Soy muy autocrítica, y por eso, muchas cosas que no me han pasado, han sido porque no he sabido actuar como debía. Aun así, creo que he tenido muchos momentos buenos. La televisión, por ejemplo, llegó en el momento bueno, que quizás luego no supe gestionar. Pero sí, he tenido momentos buenos.

Fototografía de Jesús Signes.

–Pero el tema de Top Chef, que te señaló tanto, también te lo supiste quitar de encima con el tiempo.
–Sí, porque soy muy tozuda. En ese momento no quería ser la chica de la tele. Ahora, pasados siete años, pienso: «pero por qué, soy idiota… te metes el orgullo y a sacar pasta». Pero seguramente no estaría tan contenta conmigo misma como lo estoy ahora.
–Retomemos este viaje, ¿cuál sería la primera gran meta a la que llegaste? ¿El programa?
–Lo que más me satisface actualmente de lo que he logrado, es el equipo. Tengo un restaurante con catorce años que ha evolucionado, con clientes super fieles, y eso es gracias a un equipo con el que confías. Ese es un puerto que me gusta. Ahora me veo como jefa y empiezo a gustarme, porque antes no sabía gestionar. La gente se cree que montas un restaurante y es súper fácil, pero no lo es. Cada trabajador tiene su mundo, su ilusión… Antes era yo y como yo quería.
–Todo tenía que pasar por tus manos.
–Sí, no saber delegar por inexperiencia, inseguridad…
–¿Y fruto de fracasos?
–Son necesarios. Mira, cuando salí de la tele, todo el dinero que gané lo invertí en un proyecto que nunca salió adelante. Pues mira, ahí se quedó. Aprendí y no volverá a pasar. También he perdido gente trabajando conmigo porque no sabía gestionarlo; no sabía cómo hacerlo, ni siquiera conmigo. Son cosas que al final te hacen aprender y salir adelante.

«Siempre he creído que soy una persona que consigue las cosas que se pone entre ceja y ceja»

–Retoma el viaje. Cosas imprescindibles en tu equipaje.
–¿Reales o metafóricas? A mi equipo, a mi hijo y mi madre… Sin mi madre no haría lo que hago. Y mis manos. Soy cocinera, pero cualquier cosa creativa se hace con las manos. Soy cocinera pero podría hacer otras cosas.
-¿Harías otra cosa?
-Sí, claro. Si me estampo y tengo que ponerme a fregar no se me caerían los anillos.
-Hablas de las manos; son parte de tu proceso creativo.
-Es lo bonito; cuando la gente come un plato tuyo y lo identifican; se están comiendo una personalidad. Por ejemplo, en nuestro caso que tenemos una personalidad muy marcada. Eso es muy chulo. Luego no importa casi ni que esté muy bueno, bueno o regular… Eso es lo que yo busco en un restaurante. Lo que más me impacta. Ver a la persona en su plato, en la vajilla… Eso me emociona. Es la droga del cocinero. Luego, los cocineros somos muy egocéntricos; porque todos los días viene gente a dar gracias. Y eso es un baño de vanidad brutal, que no pasa en otras profesiones.
–Tus platos hablan mucho de ti, más esta temporada. Por ejemplo con tus tubérculos.
–Creo que los tubérculos son un producto humilde y que pueden, como me puede pasar a mí si nos vestimos bien, dar el pego. Lo importante es hacer algo flipante con algo tan cotidiano…
—Es la muestra de tu constante evolución.
–Pienso que he conseguido que nuestra cocina, porque ahora ya la puedo cobrar y estoy mucho más tranquila, refleje el buen momento en que estamos. Pero lo que hemos hecho antes ha sido también necesario. Me parece a veces estúpido que la gente tenga que criticar un aprendizaje…
–Y La Salita también es el reflejo de ello, de esa evolución.
–El restaurante ha pasado por mogollón de estadios y ahora está preciosa, pero ¿sabes qué pasa? Que a mí ya no me gusta porque estoy en un momento mucho más zen (se ríe). Sí, sí… es una putada porque me gasto mucho en decoración. Pero estoy en otro punto.

Fototografia de Jesús Signes

–Mi primer reportaje sobre La Salita, lo titulé algo así como ‘Terremoto Rodrigo’. ¿Vas del mar tranquilo al oleaje?
–Mira, intento que mi vida personal influya muy poco. Si a alguien le contara mis seis últimos años de vida personal y viera el trabajo que he hecho diría, «no entendemos cómo has sido capaz de levantarte por la mañana y seguir». Intento ser coherente con lo que hago y que no se refleje, pero al final somos personas.
–Pero tampoco eres de las que te controlas en eso. O no eras…
–En los últimos años ya pienso más las cosas. Intento pensar las cosas, porque tengo un equipo detrás que pelea mucho…
–¿Reflexionas más?
-Intento hablar con gente que me quiere. Y medito.
–Y en este momento zen en el que estás intentando vivir. ¿qué bandera pondrías en el barco de vida?
–Uff, banderas… Pirata no soy. La de la libertad es la que he llevado siempre por delante. Que cada uno viva como quiera… Cuando me fui a Holanda compré mi libertad.
–En los puertos de futuro, ¿tienes marcada tu ruta?
–Tenemos el del Llauro, que es un proyecto de vida para cuando sea. Y ahora, El Huerto; que será un restaurante de producto, producto y producto. Un lugar donde comer un buen plato de espárragos asados, de puerros, donde tomar una copa tranquilo sin que te levanten de la mesa. Me apetece hacer de anfitriona: de tomar la comanda, de atender y servir. Y llevar La Salita a algo de más nivel. Centrarlo en las verduras y las grasas animales. Un gastronómico muy claro, muy concreto, con mis historias. Y otro lugar, en plan disfrutón.
–¿Plazos?
–El Huerto espero que esté a primeros de enero, pero…
–Hemos llegado al fin del mundo. Celebremos el último banquete.
–Sentaría a mi madre y mi hijo, a mis amigos; incluso, algunos que en su momento me tendieron la mano. Personas en mi vida, como el que fue mi jefe; que volviese de más allá mi abuelo y se sentara en mi mesa; mi hermano… Gente que ha sido positiva en mi vida, conmigo y con los míos.
–¿Qué menú servirías?
–Un plato de verduras al mogollón sin mucha elaboración, un pollo al horno y anchoas. Y champán. ¡El pollo para comérselo con las manos! Soy muy básica.



Nuevo local
El Huerto de La Salita

Begoña Rodrigo abrirá a inicios de 2020 su nuevo local en Ruzafa en el conocido como El Huerto. Una típica casa valenciana donde Begoña cocinará una propuesta para ‘disfrutones’ basada en el producto y las brasas.


 

 

Cuentos con patatas, recetas al tutún y otras gastrosofías

Sobre el autor

Soy un contador de historias. Un cocinero de palabras que vengo a cocer pasiones, aliñar emociones y desvelarte los secretos de los magos de nuestra cocina. Bajo la piel del superagente Cooking, un espía atolondrado y afincado en el País de las Gastrosofías, te invito a subirte a este delantal para sobrevolar fábulas culinarias y descubrir que la esencia de los días se esconde en la sal de la vida.


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